Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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jueves, 22 de mayo de 2008

LA CORPORACION CATOLICA

En una lejana provincia del poderoso Imperio Romano, existe un lago cargado de recuerdos e historias que llegan hasta nosotros. Hace cerca de dos mil años florecía en sus orillas una populosa ciudad, Cafarnaúm. Allí vivían y laboraban unos pequeños empresarios. Se dedicaban fundamentalmente a la pesca y el mercadeo de la misma.
Era época de grandes convulsiones tanto políticas como religiosas. Surgió entre ellos un predicador proveniente de una pequeña aldea cercana, Nazaret, quien a lo largo de casi tres años, estuvo presentando unas nuevas formas de ser y de vivir en el mundo, una nueva imagen de Dios.

A su muerte surgió un movimiento formado por pescadores, comerciantes, empleados de la administración pública, campesinos, gente variopinta. Se les conoce como el Movimiento de los Seguidores del Jesús. Se fueron extendiendo primero por la geografía de la Judea, llegando a Jerusalén y después por las principales ciudades del Imperio Romano. Iban siguiendo las rutas de las caravanas comerciales y, de esta forma, llegaron a la cabeza del Imperio, a Roma. Allí establecieron sus oficinas centrales. Veinte siglos después, allí continúan.
Fueron adaptándose a las diversas vicisitudes tanto políticas como religiosas, cambiando incluso de nombre. Al derrumbarse el Imperio, reciclaron sus estructuras y, de esa forma, pudieron consolidarse y hacerse fuertes. Diócesis, Curias, Parroquias, fueron las estructuras imperiales recicladas para sobrevivir y crecer.
A lo largo de las diversas épocas de la historia de occidente este grupo original se fue adaptando y adoptando nuevas formas y modelos de poder, gobierno y sumisión.
En lo que conocemos como el territorio de las Trece Colonias también se dio el arraigo y crecimiento de este movimiento que, para la época ya se le conocía como la Iglesia Católica. Era un grupo que debía consolidarse y crecer en nuevas circunstancias y ante nuevos retos. No servían los modelos europeos que tanto fruto habían dado.

Las Trece Colonias habían obtenido la Independencia y formaban una nueva República, los Estados Unidos de América. En esta joven nación destacaban varias cosas dignas de tenerse en consideración para los que formaban la Iglesia Católica. Una de ellas era la independencia económica, social y legal de viejas estructuras. Para sobrevivir deciden por tomar el modelo Corporativo. De esa manera se crea la Iglesia Católica Apostólica Romana como Corporación Religiosa sin fines de lucro. La persona al frente de las llamadas diócesis, antiguo modelo de gobierno tomado del mundo romano, sería el Presidente y C.E.O de cada diócesis. Organizará todo su funcionamiento teniendo en cuenta que cada parroquia es una sucursal de la Corporación. Cada sacerdote al frente de la misma, un ejecutivo de la empresa.
Las políticas de funcionamiento se regirán por dos códigos.

En lo interno y doctrinal por las normas emanadas del Código de Derecho Canónico.,
En lo externo y oficial, por la legislación corporativa de cada estado donde estén registrados.
En estos momentos el Presidente y C.E.O de la Iglesia Católica Apostólica Romana, Arquidiócesis de Nueva York, ha llegado a la edad reglamentaria para su retiro como responsable de la misma.
Es lo legislado en el Código de Derecho Canónico. Es cuestión de tiempo que se produzca el relevo. Mientras tanto, los miembros de la corporación se preparan para un nuevo liderazgo. Dos mil años funcionando y adaptándose enseñan mucho aún cuando cualquier parecido con el evangelio sea pura coincidencia.

viernes, 9 de mayo de 2008

CUARENTA AÑOS DESPUES

"Seamos consecuentes, pidamos lo imposible" fue el lema que muchos estudiantes gritamos siguiendo el
ejemplo de nuestros colegas franceses en un mes de mayo de un lejano 1968. Queríamos cambiar el mundo..

No nos gustaba lo que estábamos viendo y viviendo.
Fue el año en que desaparecieron Robert Kennedy y Martin Luther King dos soñadores para un pueblo.
Fue el año en que los verdes campos de Viet Nam se enrojecieron con la sangre de la juventud norteamericana. Fue el año en que las primeras desilusiones de la Revolución Cubana empezaron a sentirse. Fue el año en que el LSD, los hippies, los movimientos pacifistas, el amor libre llenaron los campus universitarios de Estados Unidos.

Fue el año del Black Power, los Young Lords, las Olimpíadas de México, la masacre de Tlatelolco
Fue el año de los grandes éxitos de unos melenudos de Liverpool, los Beatles, quienes con su música, su estilo, marcaron una generación, crearon un modelo de ser y estar en el mundo, dictaron unas modas y formas de vivir.
Fue el año de las melenas, los bellbottoms, la marihuana barata, el hacer el amor no la guerra, el pacifismo, el yoga y San Francisco de Asís.
Fue el año en que William Jefferson Clinton, en Estados Unidos, Anthony Blair, en Inglaterra y Gerhard Schroeder en Alemania eran inquietos estudiantes melenudos y alborotadores, más preocupados por el sexo que por la guerra, soñando en grandes cambios entre cigarrillo y cigarrillo, trago y trago.
Fue el año en que quemábamos las tarjetas del Servicio Selectivo.
Fue el año de la Primavera de Praga, la segunda gran fisura en el férreo bloque soviético, la que se saldó sin un disparo, a diferencia de la húngara doce años antes que empapó de sangre las calles de Budapest.
Fue el año en que los Obispos Latinoamericanos se reunieron en Medellín para adaptar a la realidad latinoamericana las conclusiones y los documentos del Concilio Vaticano II.
Fue el año de la Opción Preferencial por los Pobres de la Iglesia Latinoamericana.
Fue el año del nacimiento de la Teología de la Liberación, de cristianos por el Socialismo, de la visita del Papa Pablo VI a Colombia.
Fue el año en que nos volvimos locos, soñadores, inconformistas, rompedores de modelos y estereotipos.
No servía el mundo nacido de las ruinas y cenizas de la segunda guerra mundial. Corea con su guerra inacabada,la lucha por la independencia de Argelia llenando de piet noir Francia, las represiones y dictaduras latinoamericanas, los gulags rusos, los fascismos soterrados en Europa, fueron el caldo de cultivo de las revueltas estudiantiles de Mayo de 1968 en la Universidad de París. Allí empezó todo. Y de allí se extendió por todas partes. No nos gustaba el mundo que nos presentaban nuestros mayores. No sabíamos cómo, pero quisimos cambiarlo
Cuarenta años después, aquellos estudiantes que hacíamos manifestaciones, que tirábamos piedras a los guardias, que quemábamos gomas de carros, que nos emborrachábamos con vino barato, que interrumpíamos clases, hacíamos manifiestos o formábamos líos en los campus universitarios, tenemos responsabilidades en la sociedad. Algunos son respetables padres de familia estrictos con sus hijos, olvidando su pasado. Otros gozan de una serena jubilación. A muchos se les olvidaron sus inquietudes revolucionarias. Son recuerdos de un pasado que quisieran olvidar. Unos pocos todavía seguimos creyendo que podemos construir un mundo mejor. Seguimos luchando y exigiendo lo imposible