Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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domingo, 29 de junio de 2008

DESDE LA ORILLA DEL LAGO

El jueves 26 de junio tuve la sensación, por primera vez en mucho tiempo, de cuán débil es el ser humano. Hemos sido capaces de llegar a la Luna, de enviar sondas a Marte, de comunicarnos en fracciones de segundos con cualquier persona en cualquier parte del mundo.
Las destrucciones que hemos sido capaces de llevar a cabo no tienen límite. Sin embargo, una simple tormenta, un simple acto de la naturaleza, lo que las compañías de seguros llaman “actos de Dios” es capaz de ponernos patas arriba la vida. Estábamos todo ilusionados los peregrinos que nos disponíamos a iniciar nuestro peregrinar a Tierra Santa cuando nos comunican los empleados de la línea aérea que nuestro vuelo sufre un retraso de tan sólo 7 horas. Una serie de tormentas eléctricas y lluvias de verano han impedido el despegue regular de vuelos, causando la cancelación de más de setenta tan solo en una línea aérea. No cabe otra cosa que reflexionar sobre la grandeza de la naturaleza, que no es otra cosa que llevar nuestra reflexión hacia la grandeza de nuestro buen Dios que nos ama.
Pero a pesar de los retrasos, con la misma ilusión del primer momento, si cabe mayor, emprendimos vuelo el viernes 27 de junio, al amanecer de Dios, rumbo a la Tierra Santa, rumbo a transitar los caminos de la fe cristiana.
Y en los momentos en que estoy escribiéndoles, puedo contarles muchas cosas.

Primero de nada el dar gracias a Dios que nos ha traído sanos y salvos. Que vemos cómo nos protege cada día que transcurre. Al contemplar las distancias recorridas, los mundos y los contactos realizados, no queda otra que sentirse humildes y reconocer las grandezas de su bondad.
El sábado, aún con los ojos pegados y las maletas sin abrir, nos montamos en un bus y empezamos a recorrer los caminos de la fe y de la esperanza.
El mítico y terrible rey Herodes, para complacer a los romanos, construyó un puerto en el Mediterráneo. Quería agradar al emperador, y sobre todo, tener contentos a los gobernadores de la rebelde y mal agradecida Judea, esa tierra y ese pueblo levantisco y violento. El era idumeo y siempre había algo que se guardaba contra los judíos. Hermoso puerto y hermosa ciudad manda a construir. La dará el nombre de CESAREA DEL MAR en honor del César.
Los gobernadores delegados de Roma, establecieron su residencia allí. El anfiteatro, el estadio para las carreras, los palacios dan muestra de lo grande que fue este pequeño puerto. Nos trae el recuerdo de Pablo, quien permaneciera prisionero en esta ciudad cuando, ejerciendo sus derechos de ciudadanía, apela a ser juzgado por el César. Bastantes meses pasó entre rejas en esta ciudad. Y aquí creció también una fuerte comunidad cristiana, la cual fue dirigida y pastoreada por Eusebio de Cesárea, obispo al igual que escritor reconocido. Aquí convocó el Sínodo que establecerá la fecha de la celebración de la fiesta de la Pascua, al igual que nos dejaría por escrito la que se considera la primera narración de la Historia de la Iglesia.
Nuestro caminar nos llevó como parada siguiente al Monte Carmelo, el lugar que la tradición nos coloca la vida del profeta Elías. Junto a su cueva Simón Stock se uniría a una serie de creyentes que, bajo la protección de María, darían comienzo a la propagación del amor de María hacia nosotros. Con el símbolo de María sobre sus espaldas, el escapulario, quisieron que, desde este Monte, María fuera la Madre del Monte Carmelo, la Estrella del Mar, que nos va guiando hacia Dios. Desde aquí nos ilumina y nos guía.
Prendimos una velita, símbolo de la luz y de Dios, en la cueva de Elías para que su luz nos lleve a María, la cual como Estrella de la Mañana, Estrella del Mar, nos marque el camino hacia Dios.
Y siguiendo nuestro caminar llegamos al hogar de María, al taller de la carpintería, lugares que aún recuerdan la presencia alegre y sonriente de la Sagrada Familia. Y fue en el lugar llamado Taller de San José, lugar que guarda el recuerdo de lo que fuera el hogar de la Sagrada Familia, donde celebramos la Eucaristía por primera vez en nuestro caminar por la Tierra Santa.
Nazareth fue el lugar de la infancia de Jesús, pero Caná nos trae otro recuerdo. El recuerdo de la humanidad de Jesús, quien se hace presente en el nacimiento de una comunidad de amor, en el nacimiento de una familia, en una boda. Y lo hace con alegría, con fiesta, con buen vino para andar el camino. Y aunque no sabemos el motivo de la escasez del vino, sí conocemos el dato que María, quien aparentemente andaba entre los pucheros, las sartenes y los entresijos de la cocina, se da cuenta de la falta del vino, y no quiere que se vean en ridículo aquella buena familia que les habían invitado a celebrar. Y, pues, se acerca a Jesús y en un diálogo maternal, le pide a Jesús que eso, que no tienen vino, y que no pueden hacer el ridículo. Y Jesús quiere pasar de su madre, de ignorarla, desea seguir disfrutando con sus amigos. Pero como siempre decimos, una madre es una madre y consigue lo que quiere de sus hijos Y Jesús no fue una excepción. Y María logra el milagro de que el vino no falte en la mesa de los invitados.
Al visitar el templo que nos recuerda el milagro, se siente una atmósfera especial. Es el recuerdo de la insistencia de María. Es el recuerdo de Jesús que complace a su madre. Es el recuerdo de que la vida es una gran fiesta donde todos compartimos.
Tomada nuestra copita de vino, llegamos al hotel para descansar y reflexionar sobre tantas maravillas como el Señor ha sido bueno con nosotros
Tiberíades nos acoge para descansar junto al lago, donde contemplamos el amanecer de Dios y donde navegaremos en las mismas aguas, con los mismos vientos, en parecidas circunstancias de cómo lo hicieran Jesús y sus amigos.

miércoles, 18 de junio de 2008

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO

“Del mundo, el gran teatro" es el título de una composición literaria de Calderón de la Barca. Nunca pensó este austero sacerdote que, casi cinco siglos después, el mundo se habría de convertir en eso, en un Gran Teatro.
Hace unos años cuando hablábamos de guerra enseguida nos venía a nuestra mente las junglas de Viet Nam, las estepas coreanas, las batallas de tanques en el desierto, las películas bélicas que los canales de tv nos presentaban alrededor del Día de Recordación y del Día de Veteranos. Sabíamos dónde estaba el enemigo y hacia donde iba.
De repente, empezamos a oír la palabra terrorismo y la guerra contra el terrorismo. El enemigo no era exótico, extraño, lejano. Estaba dentro de nuestra casa. Después de un martes tranquilo del mes de septiembre de 2001 todo cambió. Ya nuestros vecinos con una piel menos clara que la nuestra empezaron a ser sospechosos. Se empezó a mirar con recelo al del turbante, al de las barbas largas, al que comía sazonando con curry, a las mujeres con los velos recatados y las largas faldas negras, a los que se arrodillaban sin reparo alguno en ciertos momentos del día en cualquier lugar para rezar, al que leía ciertos libros, escuchaba cierta música o compraba periódicos en lengua no inglesa.
De repente para volar teníamos que quitarnos los zapatos, dejar los líquidos en casa, llegar con tres horas de adelanto a los aeropuertos, soportar a funcionarios semi analfabetos con miradas intimidatorias.
Empezamos a montar con recelo y miedo en autobuses y trenes. Uno no sabía qué clase de persona se sentaba a nuestro lado. Pasamos de vivir pacíficos, tranquilos, despreocupados, a una histeria colectiva. De un no importarnos nada a un sentimiento de Gran Ojo Vigilante.
La naturaleza se nos puso también patas arriba. Antes teníamos temporadas de huracanes de mayor o menor intensidad, tornados que arrasaban grandes planicies, inviernos alternativos entre intensos fríos y moderados climas. Tan sólo la corriente del Niño o la contracorriente de La Niña nos alteraban. Ahora todo se resume en una palabra mágica y de la cual casi nadie sabe de qué está hablando. Es el Cambio Climático. Katrina con su destrucción, las sequías africanas, las inundaciones, no son otra cosa que obra de la naturaleza que sigue sus ritmos naturales y que la hemos violado y violentado
De repente muchos de nuestros jóvenes se han despertado con una terrible pesadilla. Se habían alistado en la Guardia Nacional para poder tener acceso a la universidad a la cual de otra manera no podrían asistir. El saber estaba vetado para los ciudadanos de escasos recursos. Cualquiera de las ramas de las fuerzas armadas podía ser un atajo para llegar a la titulación universitaria y a un futuro mejor.
Las oficinas de reclutamiento solían llenar sus cupos con holgura. Iban a ser una especie de boyscouts con pantalones largos.
De repente, esos jóvenes movilizados empezaron a volver en bolsas negras de cadáveres.
Fueron depositados en hospitales llenos de cucarachas, con las paredes rezumando humedad. Sus sueños de futuro se frustraron. Y detrás de cada uno de estos muchachos hay una familia que no sabe por qué les ha tocado representar el papel de desgraciados en el espectáculo del Gran Teatro del Mundo.
Pero da igual, es el Gran Teatro del Mundo.

jueves, 5 de junio de 2008

LA GUERRA OCULTA

Dedicada a Maritza Núñez, asesinada por su esposo, una joven madre de mi Parroquia, Old St. Patrick Cathedral, NYC.

En los últimos cincuenta y ocho años los Estados Unidos se ha visto envuelto en una serie de guerras que han producido varios cientos de miles de víctimas. Corea, Viet Nam, Kuwait, Irak, Afganistán son los nombres de estos campos de batalla.
Pero existe otra guerra, silenciosa, que no queremos que aparezca en los periódicos. Que no se lleva a cabo ni en las montañas de Afganistán ni en los desiertos de Irak. Es una a la que, día a día, asistimos y contemplamos desde el cómodo sillón de nuestra casa o desde la ventana de nuestro apartamento. Es una guerra que produce un promedio de cuatro millones de víctimas anuales tan solo en Estados Unidos. Una guerra en la cual cada 15 segundos la víctima es una mujer. Es la guerra de la Violencia Doméstica.
Mientras que en las guerras convencionales se utilizan una serie de reglas de juego, en esta todo vale. No importa sean niños, mujeres, ancianos, adultos. Todo vale. El ofensor no sabe respetar límites. La violencia doméstica ocurre cuando, conscientemente y a propósito, una persona le causa daños físicos o psicológicos a otra persona. Además de ser la causa principal de lesiones en las mujeres en los Estados Unidos, esta afecta también por sus efectos negativos a todos los miembros de la familia, especialmente los niños.
La violencia doméstica no está limitada a ningún grupo socioeconómico, étnico, religioso o racial.
Cerca del 20 porciento de todas las mujeres en los Estados Unidos han estado relacionadas con parejas abusivas en algún momento de sus vidas. De hecho, la mujeres en este país están más predispuestas a ser asaltadas o lesionadas, violadas o asesinadas por un hombre en su relación que por cualquier otro tipo de asaltante. Casi un veinticinco por ciento de todas las visitas de mujeres a las salas de emergencia de los hospitales han sido motivadas por asaltos de violencia doméstica.
La palabra “Abuso" comprende abuso físico como es empujar, golpear, obligar a mantener relaciones sexuales no deseadas, impedir que la persona se aleje, hostigar creando distracciones en el puesto de trabajo, efectuar llamadas telefónicas de forma repetitiva y hostigando, perseguir a la persona, impedir que vea y comparta con los hijos, amenazar con violencia, forzar a los niño o a cualquier otra persona a observar el abuso, forzándoles a llevar a cabo cosas que la víctima no quiere hacer y negándole a una persona incapacitada el derecho al cuidado necesario.
En esta guerra todos tenemos las manos manchadas de sangre. Y las tenemos manchadas porque muchas veces vemos las cosas y no intervenimos. No nos damos cuenta que la víctima está indefensa. Y con el ¡Ay, bendito! O con el “ese no es mi problema” permitimos que día a día vaya aumentando el número de víctimas.
La persona afectada se siente sola, pensando y preguntándose qué ha hecho para que esto le ocurra a ella. No tiene fuerzas para pedir ayuda. Tiene miedo al ¿Qué dirán? Tiene miedo a la deportación, a la policía, a la familia, a todo el mundo. Es como un animalito asustado e indefenso que nadie quiere y todo el mundo patea y rechaza.
Hay un dicho en el Talmud Judío que dice: "Para comprender a tu amigo, métete en sus zapatillas y camina con él una milla". Metámonos en las zapatillas de las víctimas y caminemos con ellas

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