Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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viernes, 29 de enero de 2010

4to Domingo de Tiempo Ordinario Enero 31-2010

4to Domingo del Tiempo Ordinario Enero 31-2010
El Evangelio Según San Lucas

4to Domingo de Tiempo Ordinario Enero 31-2010

4to Domingo del Tiempo Ordinario Enero 31-2010
El Evangelio Según San Lucas

viernes, 22 de enero de 2010

NO PREGUNTES A DIOS

Los seres humanos somos cínicos. Afirmo esto basándome en los acontecimientos que recién acabamos de vivir en la aldea global en que se ha convertido el mundo. Debido a unos procesos geológicos naturales se produjo un terremoto de alta escala cercano a la isla de La Española en la parte correspondiente a Haití. Los estragos han sido grandes y la pérdida de vidas humanas inmensa. Ese es el dato frio y escueto. Mucho dolor, mucha pena, gran solidaridad.
Los medios de comunicación se han dedicado con gran efectividad a informarnos de todo lo que ha ocurrido en el país hermano. Gracias a las nuevas tecnologías hemos visto la desgracia en todo momento. Hemos visto, pero, ¿la hemos sentido? .Creo que es en el Talmud de Babilonia donde se afirma de que, si quieres saber lo que siente tu hermano, camina una milla dentro de sus zapatos. La pregunta es: la cobertura de los medios obedece a un sentimiento de solidaridad o es una forma de llenar los espacios con contenidos que apela a los sentimientos y sube los niveles de audiencia y, por tanto, ¿las entradas por publicidad? ¿Nos hemos calzado los zapatos de nuestros hermanos haitianos?
El gobierno de los Estados Unidos desplegó un nutrido contingente militar para organizar las operaciones de ayuda y evitar vandalismos, robos y violencias. ¿Es cierta esa razón? Se oyen voces disidentes por este despliegue. Para unos tiene un propósito de ocupación militar. Para otros, crear una barrera para que los haitianos se queden en Haití y no provoquen un éxodo masivo hacia las costas de La Florida. Los hay que critican esa presencia porque eso va a significar que, a la hora de la construcción del país (hay que hacer uno nuevo) las compañías americanas van a ser las primeras favorecidas, con lo cual hay más mano de obra y los déficits comerciales disminuyen. A muchos les cuesta creer en la sinceridad del gobierno americano desplegando el ejército en Haití.
En catástrofes como esta una de las primeras preguntas que nos hacemos es dónde está Dios. No hemos tenido reparo en echar a Dios de las Escuelas, de los Hospitales, de las Cortes de Justicias, de los juegos escolares, incluso de nuestras fiestas- ya no se dice Feliz Navidad, sino Felices Fiestas- y ahora tenemos la desfachatez de preguntar ¿donde está? Lo hemos dejado circunscrito su nombre a ciertas ceremonias de juramentación, a ciertos recuerdos de la firma de la Constitución. Pero eso sí lo hemos colocado en el billete verde de dólar. Ese es ciertamente el único Dios en que creen muchos.
En lecturas fundamentalistas y tergiversadas que hemos hecho de la Biblia afirmamos que todas estas desgracias son hechos profetizados en la Escritura. Bastaría que leyéramos sin fanatismos los primeros capítulos del primer libro con detalle y reflexionando lo que nos dicen. En un diálogo entre la mujer y la serpiente se indica que serán como dioses si comen lo prohibido. En otro se pregunta a Caín dónde está su hermano. Hemos querido ser como dioses y nos hemos olvidado dónde vive y sufre nuestro hermano. No le pidamos cuentas a Dios. Demos respuesta a estas preguntas. No pretendamos ser dioses. Respondamos donde y como está nuestro hermano haitiano.
Tertuliasiglo21@aol.com

viernes, 8 de enero de 2010

DEL SENTIDO DE LA VIDA

Enero 10, 2010

Acabamos de dar comienzo a un nuevo año, y junto con él siempre nos vienen los recuerdos y preguntas que solemos hacernos por estas fechas.
Nuestro primer sentimiento es el de sentirnos viejos cada año que pasa. Pero nuestro primer cuestionamiento es saber si la vejez existe. Sí, muchos de nosotros, de hecho, envejecemos, pero no por el paso del tiempo, sino porque no maduramos. Envejecemos cuando nos empeñamos en cerrar nuestras vidas a nuevas ideas, nuevas formas, y entonces nos volvemos radicales.
Envejecemos cuando le tenemos miedo a las novedades, cuando lo nuevo nos asusta, cuando tenemos miedo al amor y a la alegría. Pero, sobre todo, envejecemos cuando nos ponemos en el centro de la vida y de las cosas y pensamos exclusivamente en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás. Tenemos abundancia de ejemplos de personas que sus grandes obras fueron realizadas después de los ochenta. Cada día vemos también arrastrarse a nuestros jóvenes sin sentido para sus vidas.
De una forma u otra todos somos escolares mientras vivimos. Y a principio de año es como una nueva etapa escolar en nuestra vida. Todos estamos matriculados en una Escuela donde no necesitamos pagos de matrícula, donde tan solo tendremos un examen. Mientras vivimos somos estudiantes de la Escuela de la Vida. Y en este centro escolar el principal maestro no es otro que el Tiempo.
Esa Escuela de la vida nos va dando unas destrezas con las cuales vamos comprendiendo que la vida tan solo puede ser comprendida cuando tenemos la capacidad y serenidad de mirar hacia atrás, hacia la vida pasada. Pero entendiendo también que el presente sólo lo podemos vivir a plenitud si somos capaces de mirar hacia adelante con serenidad, alegría y esperanza. Esa sabiduría que adquirimos al ver nuestro pasado y, desde el presente, proyectar nuestro futuro, nos debe llevar a ver que aprendemos en nuestra juventud lo que comprenderemos en nuestra madurez.
No debe ser preocupante el envejecer. Todo tiene su proceso en la vida. Lo que sí es realmente preocupante es el ser vistos, actuar, pensar vivir como viejos.
Cuando la sabiduría que hemos adquirido llena nuestras existencias, no envejecemos. Tan solo pasa el tiempo en nuestras vidas. Brilla la luz en los ojos del anciano, esos mismos ojos que en la juventud arden como llamas. Por eso podemos afirmar que para los hombres y mujeres libres no existe la edad. Somos nosotros los que la vamos creando. De ahí que si no creemos en que nos ponemos viejos, no lo haremos hasta el día de cerremos los ojos a este mundo. Nos convertimos en ancianos, no en viejos. Eso sí, la vida no es corta. Son las personas que permanecen anuladas, sin deseos de vida y de lucha, sin amor y alegría los que son cortos.
No podemos permitir que la tristeza de los errores cometidos en el pasado nos estropee la vivencia del presente atemorizando e hipotecando el futuro. Debemos por tanto hacer del paso del tiempo no una pérdida, sino una gran conquista. Y en la vida los seres humanos son como el vino: el tiempo daña los malos, los avinagra, pero mejora los buenos.
Al comienzo del año no olvidemos que no tenemos edad, tenemos vida para vivir.

Tertuliasiglo21@aol.com

¿FELICES QUÉ?

Dic. 27-2009
Fue un judío que vivió en una provincia marginal del Imperio Romano hacia el año 750 de la fundación de Roma. Vivió una vida sencilla como cualquier ciudadano de un pequeño país sometido a un Imperio. Muy poco sabemos a ciencia cierta de los primeros años de su existencia.
A partir de los treinta años comienza a predicar una doctrina sobre el Reino de los Cielos. Pretendió dos cosas, decirnos quién y cómo era Dios e invitó a vivir de una forma distinta en el mundo. Tres años anduvo recorriendo los polvorientos caminos de su Galilea natal. Al menos en tres ocasiones subió a la capital religiosa de la zona, Jerusalén. Enfrentamientos con las autoridades religiosas le llevaron al patíbulo.
Aquellos que le siguieron durante tres años, un heterogéneo grupo formado por pequeños empresarios, empleados del fisco, místicos seguidores del Bautista, mujeres adineradas y despreciadas, después de un cierto período de asimilación, se dedicaron a expandir su doctrina, su forma de ver la vida y la religión, su mensaje.
Al cabo de varios años uno de los primeros seguidores elabora una presentación de su mensaje dividido en varias secciones o capítulos Uno de ellos nos habla de su nacimiento. Nunca nos dijo cuando se llevó a cabo el mismo. El lugar, aunque lo cita explícitamente, sin embargo hay dudas sobre ello. Nos habló de su padre ficticio, de un rey molesto por su existencia, dispuesto a acabar con él, ya que no admitía competencias.
Varios sabios que pretenden adorarlo, una matanza, una huida, una vuelta a Galilea. Pero la fecha, ni palabra.
Otro de los miembros de la segunda generación de sus seguidores vuelve a incidir en su esquema de exposición doctrinal. También le dedica dos capítulos de su presentación para hablarnos sobre los orígenes de este judío marginal. Presenta varios personajes no presentes en el primer relato. Le dan gran importancia a personas hasta cierto punto marcadas: Ana, Isabel, la misma María, Simeón, los pastores. Ubica en el tiempo y en la historia dicho nacimiento. Y poco más.
Cuando sus seguidores se afincaron en la capital del Imperio, y después de no pocas vicisitudes y persecuciones, empezaron a recordar y celebrar eventos y recuerdos de su fundador, decidieron poner fecha y lugar al nacimiento. Establecen a partir del año 211 que el nacimiento de Cristo se llevó a cabo el 25 de diciembre. Posteriormente el Emperador Aurelio en el año 274 fija la fecha del nacimiento del Sol Invictus el 25 de diciembre.
Desde entonces, según se ha ido encarnando la fe en diversas culturas, se han ido añadiendo elementos para recordar el nacimiento de un judío marginal al que conocemos como Jesús de Nazaret.
Cuando los pueblos germánicos son evangelizados, se incluye el árbol de hoja perenne para recordarnos tal natalicio.
Al no poder peregrinar a los Santos Lugares, a Francisco de Asís se le ocurre recrear tal nacimiento en figuras, primero naturales y posteriormente miniaturas de cerámica y barro.
Al no poder enviar saludos a todos los amigos por las fechas del natalicio del Jesús, alguien tuvo la feliz idea de enviar una misma carta a cientos de amigos. Desde entonces los correos se saturan con tanta tarjeta navideña que no sirve para nada.
Un viejo obispo recordado por su caridad y generosidad vino a Nueva Ámsterdam para seguir en el recuerdo de holandeses y germanos. Pronto lo asociaron con entrega de regalos. Y la integración con el recuerdo del nacimiento de Jesús fue fácil. Lo vistieron de lata de refrescos, lo engordaron y le llenaron de regalos que había que comprar para que fueran regalados. Y fue un reclamo más para recordar y anunciar el nacimiento de Cristo, su mensaje y su cercanía al ser humano.
Arboles, nacimientos, tarjetas, hombres en forma grotesca y ridícula vestidos de lata de refrescos, compras y más compras, comidas, viajes, todo eso ha hecho que ya no se hable de la razón verdadera de este tiempo. Hemos enterrado la navidad. Deseamos felices fiestas. ¿Pero fiestas de qué? ¿Del Dios que aparece en los billetes de dólar? ¿Fiestas en un mundo insolidario? ¿Felices qué?