Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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viernes, 20 de mayo de 2011

LA GUERRA POR HACER EL AMOR

Mayo 22, 2011
¿Qué tienen en común Bill Clinton, 
Arnold Schwarzenegger, Dominique Strauss-Kahn y ciertos curas acusados de escándalo sexuales en los Estados Unidos? Todos ellos pertenecen a la llamada Generación Baby Boom.

Son aquellos ciudadanos nacidos pocos años después de concluir la Segunda Guerra Mundial. Son los que, en la década de los 60 eran jóvenes adolescentes. Aquellos que, en sus primeros años de universidad, se dedicaron a cantar consignas revolucionarias, protestar, llevar el pelo largo, fumar marihuana, darse pases de LSD, emborracharse, hacer el amor en cualquier lugar y con cualquiera, correr delante de la policía.

Cantaban canciones de los Beatles, Rolling Stones, Joan Báez, vestían ropa arrugada, pintaban flores por todos los rincones, huían del baño, de la autoridad, de cualquier compromiso. En plena guerra de Viet Nam Peace era la palabra siempre en sus bocas. De vez en cuando asistían a clase para descansar. Las consignas eran simples e impactantes: ““Haz el amor, no la guerra” "Seamos consecuentes, pidamos lo imposible” “El pueblo unido, jamás será vencido” Cuatro décadas después sufrimos los efectos colaterales de la resaca de aquellos babys boomers.

Clinton llegó a ser presidente de los Estados Unidos. Su mandato será recordado por sus aventuras sexuales con una estudiante en la Casa Blanca. “Hagamos el amor, no la guerra” gritó en su juventud. La guerra no la hizo, pero la fiebre sexual no se le ha ido.
Schwarzenegger es, en el cine, la personificación de la fuerza bruta, del robot de carne y hueso que no se inmuta por nada. En sus películas nadie se le resiste. Vence siempre. Acaba con todo y todos. Hizo la guerra en el cine. El amor donde no debía. Su familia ha sufrido unos daños colaterales que nunca debió provocar.

Dominique Strauss-Kahn era estudiante en el París de los sesenta. Bebió hasta emborracharse las consignas libertarias del momento. Aprendió muy bien a hacer el amor y la guerra. Lo primero con cuanta mujer se le pone por delante, no sabiendo respetar espacios y personas. Lo segundo, manejando los dineros de todas las naciones.
Como Director del Fondo Monetario Internacional ha tenido que combatir arduas luchas para sacar al mundo de la crisis económica en que está sumido. Habrá que recordarle que hay que hacer la guerra a la corrupción no el amor con quien no debe, donde no debe y cuando le da la gana.

Los seminaristas de las décadas del sesenta y setenta no fueron insensibles a los problemas de su mundo. La ola de libertad y libertinaje sexual inundó conventos, seminarios y parroquias. La formación dada fue deficiente en muchos aspectos, uno de ellos el sexual. La educación hacia una madurez afectiva dejaba mucho que desear. Los obispos se encargaron más del aspecto académico y financiero que de la supervisión, cercanía y apoyo espiritual a seminaristas y sacerdotes. Como consecuencia de la inmadurez se han cometido muchos abusos sexuales contra miles de niños y adolescentes inocentes.

Para algunos de los clérigos babyboomers no ha existido la palabra respeto. Según un reciente informe elaborado por John Jay College for Criminal Justice los obispos actuaron más como Ejecutivos de una Corporación protegiendo sus empleados que como pastores sensibles al dolor y sufrimiento de las víctimas.
Sabiendo respetar podremos amar sin tener necesidad de acudir al abuso, el insulto, y la humillación.
Tertuliasiglo21@aol.com

domingo, 8 de mayo de 2011

ENTERRANDO MUERTOS

Mayo 8, 2011
El mundo clásico griego afirmaba que,
concluida la etapa en esta vida nuestro destino lo era la Ciudad de los Muertos, la Necrópolis, donde se devoraba nuestra carne en una urna llamada Sarcófago.
El mundo judío siempre consideró el cuerpo humano como parte de la creación de Dios, parte a su vez de la tierra. De polvo fue hecho Adán y al polvo se retorna. Una simple mortaja envuelve el cuerpo sin vida y se deposita en contacto con la tierra. Recordando a Abrahán, se colocan piedras sobre la sepultura.
El mundo cristiano, heredero de tradiciones greco romanas y judías, consideraba que la muerte era un simple paso hacia otra vida.
Era un dormir para despertar en la Eternidad. Por eso se colocaban los cuerpos vestidos en el Cementerio, palabra proveniente del latín que significa dormitorio. La liturgia de la Iglesia Católica recuerda”nuestra vida no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”…
De las tres religiones que tienen como padre a Abrahán, el Cristianismo es el único que permite la incineración, pero siempre y cuando se traten las cenizas con el mismo respeto que se tiene al cuerpo. Nada de tirarlas al viento o a las aguas.
Para el creyente en la religión predicada por el Profeta Mahoma, el entierro tiene 4 partes: Lavado del cuerpo del difunto, Envoltura en mortaja de dos piezas sin costura, Oración, Entierro.
El difunto es llevado en procesión a la tumba.
Las mujeres generalmente no van o acompañan solo una parte. Los familiares y amigos caminan junto al cuerpo del difunto.
Al contrario de los cristianos, los musulmanes llevan al difunto rápidamente hacia la tumba para acelerar su felicidad y, si tuviera pecados para estar libre de ellos lo antes posible. De ahí el entierro en las primeras 24 horas.
Entre los dolientes hay uno que lleva un aspersor y rocía el cuerpo con agua perfumada.
En el caso de una persona que murió por causa del país, se le considera como mártir, envolviendo el cuerpo con la bandera patria y mientras se lo lleva se va recitando “el mártir es amado de Dios”
Aún habiendo tenido pecados en el momento de su muerte, por este acto de patriotismo, se le borran todos y recibe mayor gloria en el paraíso.
No se averigua sobre su vida previa, ni sobre sus disposiciones ante la muerte, ni siquiera si la aceptó voluntariamente.
La tumba es cavada en el suelo y el cuerpo es colocado con la cabeza hacia la Meca. La persona que coloca el cuerpo en la Tumba recita “nuestra comunidad te sepulta en el nombre de Dios y la religión de Mahoma”. A continuación la tumba es cerrada con ladrillos o tablillas y rellenada con tierra.
Alejados 40 pasos de la tumba se reza la Profesión de Fe ya que, en ese momento, dos ángeles comienzan a hacer las preguntas al difunto para comprobar su fe. Al tercer día visitan la tumba los familiares y recitan versos del Corán.
A los días 7 y 14 se ofrece una comida para todos los allegados, recitándose fragmentos del Libro Sagrado con el propósito de que sirvan al difunto para alcanzar una bendición celestial.
Entre los musulmanes wahabitas la tumba es anónima y el mar no es un cementerio.

Father Tomas Del Valle-Reyes
Descubriendo El Siglo 21
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Tertuliasiglo21@aol.com