Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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lunes, 11 de julio de 2011

JACOB EL DE BETSAIDA

Julio 11, 2011 (Columnas para El Visitante de Puerto Rico y El Pregonero de Washington, DC).
Zebedeo y Salomé eran dos pequeños comerciantes dedicados a la pesca. Ambiciosos.
Trabajadores. El lago de Genesareth surtía buenos peces y en la vecina Kafarnahum había una muda de caballos de la Vía Maris. Se necesitaba dar de comer a mucha gente. El negocio del pescado funcionaba.
Tenían dos hijos en el negocio. De ellos era el futuro. El mayor, Jacob, era más decidido y audaz. Un día oyó hablar al hijo de un carpintero.
Provenía de la aldea de Nazaret, cercana a Séforis, la ciudad romana. Hablaba de forma extraña, como no le había escuchado antes a ningún rabino ni a ningún iluminado.
Sus palabras y su ejemplo lo engancharon.
No estaba dispuesto a pasar su vida tirando redes y apestando a pescado. Convenció a su hermano Juan que lo acompañara. Se vislumbraba un futuro distinto junto a aquel extraño personaje. Dejaron todo en manos de su padre, quien, desconcertado los dejó partir.
Con él estuvieron casi tres años. Entraron a formar parte de su círculo íntimo. Salomé, al ver los cambios que se avecinaban se atrevió, madre al fin, a pedir que su Juan y su Jacob fueran los primeros a la hora de repartir el bacalao.
No sabía lo que pedía, pero daba igual. Que fueran los primeros.
Todo terminó mal. El predicador, insultado, masacrado, ajusticiado.
Ellos escondidos como ratas asustadas. Sólo Juan tuvo la valentía de acompañar al nazareno hasta sus últimos momentos. A los tres días todo dio un vuelco total. La vida había vencido a la muerte.
El Nazareno les había transformado completamente. Y se convirtieron en los testigos de su mensaje hasta los últimos confines del mundo.
Jacob se hizo cargo de la comunidad de Jerusalén.
Su ejemplo y testimonio le costó la vida.
Acabó reventao contra el piso cuando lo tiraron desde lo alto del Templo.
Cuenta la leyenda que llevó el evangelio a la península Ibérica, donde se le apareció María, la Madre del Nazareno.
Muchas cosas se han contado de él. Lo más importante que fue amigo de Jesús. Ahora lo conocemos como Santiago, esto es, Sant´Iacob, Santiago.
Tertuliasiglo21@aol.com

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