Columna Junio 3, 2012
Es larga y tortuosa la historia del poder político de los Papas. Desde Esteban III en el siglo octavo hasta Pío IX en el siglo XIX, el entorno papal era la Corte de los Estados Pontificios. La reunificación italiana llevada a cabo por Garibaldi acabó con dicho poder. A partir de ahí hubo un vacío legal hasta la creación del Estado del Vaticano. El Papa vivió prisionero en los Palacios Apostólicos.
Fue Pío XI quien culminó la creación del minúsculo estado. Los Tratados de Letrán firmados con Benito Mussolini fueron el acta de nacimiento de dicho Estado. De esa forma acababa una larga etapa con sus luces y sus sombras en la Historia de la Iglesia.
La creación del Estado Vaticano llevó consigo la refundación de la Corte Pontificia, esto es, la organización de los departamentos que hacen funcionar la Iglesia Católica en todo el mundo y que responden a un esquema difícil de entender para el creyente y el ciudadano corriente.
El nombre de todo ese gobierno central, la Curia, está tomado del Imperio Romano, de quien la Iglesia recicló muchas de sus estructuras. La figura principal lo es el Sucesor de Pedro, el Papa, quien ejerce como un emperador-rey-líder espiritual. Por encima de él no hay otro poder. A él responden los jefes de los Departamentos. Estos son las llamadas Sagradas Congregaciones, Tribunales, Pontificios Consejos y las Oficinas.
El más importante de estos organismos lo es la Secretaría de Estado, la cual originalmente era quien controlaba los asuntos personales del Papa. Pasó a convertirse en la encargada de manejar el Cuerpo Diplomático y las relaciones con los Estados. El que la dirige, en lenguaje laico, podríamos llamarlo como el Primer Ministro.
Las Sagradas Congregaciones son 9: Doctrina de la Fe, Iglesias Orientales, Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, Causa de los Santos, Obispos, Evangelización de los Pueblos, Clero, Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Educación Católica.
Los Tribunales son 3: Penitenciaria Apostólica, Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y Tribunal de la Rota Romana. Los Pontificios Consejos son 12: Laicos, Unidad de los Cristianos, Familia, Justicia y Paz, “Cor Unum” (Obras caritativas), Emigrantes e Itinerantes, Pastoral de la Salud, Textos Legislativos, Diálogo Interreligioso, Cultura, Comunicaciones Sociales, Promoción de la Nueva Evangelización.
Las Oficinas (“Uffici” ) pasan del centenar, abarcando servicios diversos que tienen que ver con cuestiones burocráticas, financieras, prensa, etc.
Los responsables de estos Organismos son cardenales y arzobispos.
Cuando se observa toda esta compleja organización muchos se preguntarán qué tiene que ver esto con el evangelio y el mensaje de Jesús de Nazaret. Todo y nada. Son organizaciones rancias y antiguas, pero también funcionales. Están pensadas para el bien espiritual de los creyentes. Pero no podemos olvidar que son seres humanos los que trabajan en ellas. De ahí las envidias, celos, intrigas, acechos, sobornos, corrupciones. Y en la etapa de ocaso de pontificado a la que estamos asistiendo, no es sorpresa lo que vemos y escuchamos. Filtraciones de documentos, difamaciones, zancadillas.
Entre tanta sotana y hábito monjil se esconden muchos papeles, muchos secretos, muchos documentos. La Corte del Renacimiento con la tecnología del tercer milenio.
“Ecclesia Semper est reformanda” (La Iglesia siempre tiene que estar convirtiéndose) afirmaba el monje alemán Martín Lutero en el siglo XVI. Viendo lo que está pasando, tenía razón.
Tertuliasiglo21@aol.com
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
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