(Fotos & Texto are property of Father Tomas del Valle-Reyes)
Dicen que los navegantes de los transbordadores espaciales, cuando contemplan la tierra desde el espacio, durante la primera semana miran sólo su propio país; durante la segunda semana, se identifican con su continente, y que al partir de la tercera semana, sienten que pertenecen a un único planeta.
Tal vez en ellos se dé en forma condensada el proceso de la humanidad: desde el instinto tribal, cuyo sentimiento de pertenencia a un grupo suele ser excluyente de los demás, hacia una progresiva ampliación del horizonte de fraternidad mundial y globalización.
Esta reflexión viene a cuento cuando celebramos los 233 años de la Independencia de los Estados Unidos. Durante gran parte de su joven historia el país ha vivido un poco como los astronautas su primera semana.
Han estado encerrados tan en sí mismo que apenas han notado que existían otros pueblos, otras naciones, otras realidades, otras culturas, otras creencias.
La historia reciente nos lleva a pensar que están concluyendo la segunda semana de su historia. El preocuparse de los demás miembros del continente, (para bien o para mal, eso es ya otra historia) con sus intervencionismos, sus políticas de "América para los americanos" sus invasiones militares en Santo Domingo, Panamá, Puerto Rico, etc podrían darnos esa impresión.
Añadamos a ello las intervenciones en el Medio Oriente y en Afganistán, Quizás estemos siendo testigos del nacimiento de una conciencia universal, globalizada y globalizadora.
Los valores sobre los que se construyó esta república deberían ayudar a cumplir esta misión. Pero cabe preguntarse cuáles fueron dichos valores?.
Volvamos la vista atrás por unos momentos.
La república que conocemos como los Estados Unidos de Norteamérica nace como una necesidad grande de espacios para la libertad. Libertad sobre todo para rezar, para expresar las creencias sin prohibiciones o mandatos de índole alguna.
Aquel barco de peregrinos venía buscando un lugar nuevo, una promesa cumplida, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y lo encontraron. Y pusieron a Dios como base de sus vidas. Y el Decálogo como norma legal. Y la Biblia como libro de referencia. Bien es cierto que se olvidaron de la tolerancia, pero eso no entraba en el guión Y con estos elementos comenzaron una aventura, la construcción de un mundo nuevo. Dios tuvo cabida en la Constitución, en las Cortes, en el Congreso, en los templos, hasta en los billetes de dólar. Desgraciadamente no tuvo sitio en las Escuelas, donde no se puede rezar porque se viola el derecho del otro que cree distinto de mí.
Ni en los actos públicos, como puede ser el simple juego de pelota de la Escuela, porque vulnera los derechos del otro que no cree como creo yo. No digamos de los hospitales. Es probablemente donde menos sitio le hemos dejado a Dios. Podemos conocer ya el plano del genoma humano, pero legalmente podemos matar una vida en sus comienzos. La obra de Dios, que es la vida, la utilizamos a nuestro arbitrio basado muchas veces en conveniencias económicas. Llegamos a esquizofrenias como protestar por abortos pero aplaudimos la pena de muerte y la guerra preventiva. Nos llenamos la boca con la palabra libertad, pero no hay reparos en invadir otros pueblos que piensan y rezan distintos de nosotros. A los pocos años del nacimiento de esta república tuvo lugar en Francia su Revolución. En tal ocasión se derribaron muchos mitos y se levantaron otros. Uno de ellos fue la diosa Libertad. Tal diosa, cual nuevo becerro de oro, fue el detonante para muchas aberraciones y barbaridades hasta convertirse en libertinaje.
En la nueva república formada originalmente por las trece colonias, se necesitaba una diosa. Libertad fue su nombre. Y se sustituyó el Dios de la Biblia, el de los peregrinos, por la diosa Libertad. En nombre de la libertad de expresión, de creencia, de disponer del propio cuerpo, de la propia mente, del propio actuar, infinidad de veces hemos atentado contra la auténtica libertad, aquella que nace del respeto mutuo. En nombre de la libertad se ha pretendido imponer nuevos modelos de sociedad, de estilos de vida. Para ello no ha habido reparo en invadir países, inventar excusas. El principio de que el fin justifica los medios se ha hecho doctrina inamovible.
Pero una de las grandes cosas que tiene este país, es su capacidad de análisis y examen de conciencia. Es capaz de analizar su pasado y reconocer sus errores para tratar de corregirlos. Ojalá pueda comenzar su tercera semana de historia, aquella que le lleve a ampliar sus horizontes a niveles de fraternidad mundial basada en los valores de los padres fundadores, los valores de la libertad auténtica, el respeto a Dios, al ser humano como imagen divina, al medio ambiente como lugar de encuentro.
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
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domingo, 5 de julio de 2009
EL CUATRO DE JULIO
233 AÑOS DESPUES
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