Domingo 10, 2010
El mes de octubre suele traer muchos recuerdos. Para unos es el mes de la ignominia. Para otros es el mes del orgullo conquistador y colonizador. Para el resto es un mes más, el décimo del año, en que empiezan los primeros fríos, los recuerdos de brujas y fantasmas. Para no pocos es el recuerdo del encuentro de dos mundos y el comienzo de una nueva etapa en la historia de la Humanidad. Y para otros pocos fue el comienzo de la llegada del evangelio al continente americano.
No es pequeño el grupo que aduce que octubre es el mes donde conmemoramos el hecho más nefasto de la historia del continente que posteriormente llamaríamos América. Un grupo de presidiarios (dato comprobado totalmente erróneo) al mando de un caza fortunas (nunca se ha sabido de su lugar de nacimiento ni su religión) y en nombre de unos Reyes provincianos que empezaban a unir un levantisco país, que se sentían un poco esclavos de banqueros e inquisidores, emprendió un viaje de descubrimiento de nuevas rutas hacia Cipango, el nombre dado a la antigua China, donde se buscaban alternativas a las rutas comerciales. En esa desaforada rapiña no dejaron mujer sin violar, oro sin robar, tierra sin explotar. Eso nos cuentan ciertas escuelas de pensamiento y ciertos mitos que se han difundido a lo largo de los últimos 518 años.
Ha habido otro grupo de intelectuales que, a la luz de investigaciones en archivos y conocimientos históricos serios han acuñado el concepto de que el 12 de octubre de 1492 se produjo un encuentro. Dicho encuentro fue entre dos mundos civilizados. Por un lado el mundo europeo, con sus luces y sus sombras, con sus angustias y sus ignorancias. Era el mundo medieval que entraba en el Renacimiento y buscaba nuevos espacios, nuevas rutas. Por el otro, el mundo que después conoceríamos como el mundo americano, aquel compuesto por pueblos todavía en las etapas primeras de la civilización, como caribes, taínos y arauacos, o como los sofisticados aztecas, toltecas, mayas o incas, uno de cuyos descendientes acaba ser galardonado con el máximo premio literario, el Nobel . En todo encuentro se dan intercambios, luchas, vidas y muertes, cultura y educación. De ese mestizaje nacen nuevos mundos. Así nació el Mundo Americano, con sus luces y sombras, alegrías y esperanzas.
Para muchos otros este mes es la celebración de la llegada del evangelio a un nuevo continente. Un evangelio y una predicación cristiana que ha marcado fuertemente a toda la Iglesia a lo largo de 518 años. Al amparo de la Iglesia nacieron las primeras universidades. Al amparo de la Iglesia se pudieron mantener muchos de los idiomas precolombinos, como el quechua y el aimara. Al amparo de la Iglesia se llevaron a cabo las Reducciones de Paraguay, Chile y Perú, un anticipo de los ideales de la Ciudad Feliz y de la Utopía en la cual todos los hombres y mujeres son libres y dueños de su destino. Al amparo de la Iglesia nacieron los Cabildos y con ellos los grupos que lucharon por la identidad e independencia de muchos de los países latinoamericanos.
Octubre, mes del recuerdo, del encuentro, del mirar al futuro con alegría y esperanza. Lo demás, dejar que ladren los perros.
Tertuliasiglo21@aol.com
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
Seguidores
viernes, 8 de octubre de 2010
EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario