Columna Abril 22, 2012
La elección de
Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II al frente de la Iglesia Católica era una especie de “crónica de muerte anunciada” de la que hablábamos todos los periodistas que acampábamos en Roma cerca del Vaticano en abril de 2005. A pesar de todo muchos abrigaban la esperanza de que no fuera el elegido. El cardenal Medina Estévez nos dio la noticia. Todos los que estábamos presentes en la Plaza de San Pedro desde temprano, fuimos presa de la sorpresa, la decepción, la alegría, incluso, la indiferencia. Más de lo mismo era la opinión común.
Al día siguiente entrevisté a varias personas que llevan tiempo viviendo en Roma. Los sentimientos oscilaban entre la alegría y la indiferencia. Alegres porque sabían que algo, mucho, iba a cambiar en la Iglesia. Para los indiferentes era uno más, el 265 en la lista de Papas. El primero del tercer milenio del cristianismo. Total, en los dos milenios de Historia de la Iglesia estadísticamente hablando cada 7.5 años hemos tenido un Papa nuevo. El que más duró lo fue Pio IX que gobernó la Iglesia durante 32 años. Juan Pablo I, 32 días.
Las sorpresas vinieron desde el primer momento. Empezaron con el nombre elegido. Benedictus, Benito. Quiso rendir homenaje y memoria a uno de los Padres Constructores de la Europa Cristiana, Benito de Nursia, quien con el “Reza y Trabaja” educó y evangelizó el continente a través de sus monjes. La re evangelización de Europa ha sido desde el primer momento una de sus preocupaciones fundamentales.
Después se trazó un plan de renovación y limpieza de la Iglesia. Los cardenales lo eligieron, tras afirmar en la misa solemne previa al cónclave que los dos grandes peligros de la Iglesia eran el Relativismo y la "suciedad" de la propia institución, que conocía mejor que nadie. Y en esta tarea se ha empeñado a lo largo de los siete años trascurridos desde su elección. No ha olvidado el eterno problema de la Unidad de los Cristianos. El diálogo con el mundo de la Fe, la Cultura, de las Religiones no Cristianas, especialmente el Judaísmo, son parte de ese programa que se trazó desde el primer día.
Ha convocado tres Sínodos. Ha escrito 3 encíclicas, diversas Cartas Apostólicas y cientos de discursos y homilías. Ha llevado a cabo una veintena de viajes fuera de Italia, tres de los cuales a nuestro Continente: Aparecida (Brasil) Estados Unidos, México y Cuba. Pudo concluir su Vida de Jesús de Nazaret, un hito en su larga producción intelectual y teológica. Un largo y exhaustivo trabajo para un anciano profesor llegado a Papa y que ha seguido conservando su sentido del humor, su amor a la música y su cariño hacia los gatos.
La pregunta que muchos se hacen ahora es hasta cuándo Benedicto XVI seguirá al frente de la Iglesia. Acaba de cumplir 85 años, y se une al exclusivo grupo de Papas que la han dirigido más allá de esa edad: desde Clemente XII con 97 años pasando por León XIII, Pío IV, Celestino II y Juan XXII: que pasaron de los 90. Gregorio XII con 89 años y el propio Benedicto XVI, octogenarios. Un anciano Papa, que lleva 7 años al frente de la barca de Pedro. ¿Renunciará? “Cosas veredes, Sancho amigo…” afirmaba Don Quijote
Tertuliasiglo21@aol.com
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
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