Abril 27, 2014
A partir del 27 de abril el santoral católico contará condos nuevos miembros.
Ambos ocuparon el puesto dirigente más importante en la Iglesia Católica.
Ambos obispos de Roma. Ambos dejaron huella en la Iglesia y en la sociedad civil.
Uno venía del mundo eslavo, era polaco.
El otro vivió cerca de 30 años en ese mismo mundo eslavo.
Uno fue trabajador en una cantera durante la II Guerra.
El otro capellán militar en la I Guerra Mundial.
Ambos revolucionaron la Iglesia y fueron referente moral para el mundo.
De Karol Wojtila, Juan Pablo II, sabemos vida y milagros.
Venía de un mundo de totalitarismos y opresiones, de inseguridades y miedos.
Su voz fue un grito a la libertad y su acción decisiva para derribar muros.
Dirigió la Iglesia desde el 16 de octubre de 1978 al 2 de abril de 2005, un total de 8,935 días.
A lo largo de su pontificado hizo 104 viajes fuera de Italia y 146 en la misma Italia. Fue un actor de teatro que llegó al pontificado pero no dejó de ser actor. Su escenario fue el mundo.
El papel a representar fue el de testigo del evangelio.
Sus palabras al comienzo de su pontificado –“no tengan miedo a Cristo Resucitado” fue su poema, su libreto, su mensaje.
Su entierro fue global en el mundo de la globalización.
De Angelo Roncalli , Juan XXIII, conocemos menos detalles, aun cuando su vida no fue nada sencilla.
Fue profesor de seminario.
Encargado de obras caritativas en su diócesis.
Por avatares extraños entró a trabajar en el cuerpo diplomático del Vaticano.
Treinta años de su vida los dedicó a representar a la Iglesia en un mundo fundamentalmente ortodoxo. Bulgaria, Turquía Grecia, Francia fueron algunos de sus destinos. Salvó cientos de judíos del exterminio desde su puesto diplomático con su astucia campesina.
En el ocaso de su vida es llamado a dirigir la Iglesia. Tenía 77 años cuando fue elegido Papa.
Uno de transición, decían las malas lenguas.
Él también fue viajero. Fue de peregrino a Loreto y Asís
En el corto tiempo de su pontificado publicó 8 cartas encíclicas, convocó un Sínodo para Roma y para toda la Iglesia, dio inicio a la reforma del Derecho Canónico.
Fue decisiva su actuación y mediación en la crisis de los misiles rusos instalados en Cuba.
No en vano fue un astuto diplomático que conocía muy bien el alma eslava.
Su gran obra fue la convocatoria del evento más importante de la Iglesia Católica en los últimos cinco siglos: el Concilio Vaticano II. Refutando a los profetas de calamidades abrió las puertas de “la Iglesia… para rejuvenecer su rostro, para responder mejor al plan de su Fundador”
Juan XXIII, el Papa Bueno, ha sido la persona que, desde su sencillez, su humanidad y su cercanía inició la revolución eclesial. Siendo ya Papa se escapaba del Vaticano para visitar las cárceles, consolar enfermos, charlar con los obreros con los que compartía su vasito de vino.
Les volvía locos a los encargados de su seguridad. Empezó a devolverle la humanidad a la Iglesia.
Los que lo recordamos desde nuestra juventud no podemos menos que alegrarnos que un hombre bueno, un hombre cercano, un hombre de Dios va a ser reconocido.
Un aldeano sonriente que nos recordó que la vida es bella y merece ser vivida.
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
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