Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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lunes, 26 de mayo de 2014

EL VIAJE DE LOS CUATRO MUROS

Jerusalén,  26 Mayo, 2014
            El Papa Francisco está llevando a cabo su segundo viaje internacional. Está repartido entre dos países y un tercero por hacer.
Ha visitado Jordania, Palestina e Israel. 
El encuentro con la figura más representativa de la Ortodoxia era la razón de ser del mismo.
            Pero en su viaje se ha encontrado con cuatro muros, los cuales marcan la vida y la historia de estos países y, quizás, del mundo.
            El domingo 24 se acercó y encontró con el muro que separa los territorios palestinos de los territorios de Israel. 
Es el muro del miedo.
El muro levantado ante el peligro de atentados, de suicidios colectivos, de miedos de la invasión del hombre bomba. 
Habría que escarbar  en el subconsciente colectivo judío de los muros que le levantaron en los pogroms rusos o en los guetos alemanes para entender este muro. 
Un muro de miedo, de tristeza, de separación. Detrás de ambos lados hay dos pueblos que sufren. 
Ambos buscan la convivencia, la paz, el respeto. Cuando se vive con miedos, el otro es siempre odiado y rechazado
            En la mañana del lunes ha visitado otro muro, el de los Lamentos. 
Recuerdo y memoria de un templo perdido, de un contacto con Dios. 
Recuerdo de su presencia en su pueblo.
Es el muro de la fe, muro que no separa, sino que sirve para llorar y recibir consuelo, que une al hombre con el El-que-Es, con Yahvé. Muro que alimenta la esperanza de un Mesías que vendrá.
           
El otro muro que ha visitado ha sido la tumba de Teodoro Hertz. Ha sido un sencillo homenaje al hombre que soñó con la vuelta a Israel, con la ruptura de tantos muros de odio, incomprensión y rechazo como habían ahogado a la comunidad judía a lo largo de casi veinte siglos. 
Fue un luchador y un creador de esperanzas. Consideró que su pueblo no podía, no debía seguir viviendo en pogroms, en guetos, en marginación por el mero hecho de ser judío. Francisco le ha rendido homenaje y ha reconocido su lucha en  la ruptura de muros, injusticias y discriminaciones.
Ha pagado la factura del rechazo por parte del Papa Pío X quien se negó de forma despectiva de la utopía de un hogar judío.
            El cuarto muro visitado ha sido el de Yad Vashem. 
El muro de la vergüenza, de la degradación del ser humano, del fracaso del ser humano. 
Durante unos años se pretendió exterminar al pueblo judío de la faz de la tierra. Se les encerró, se les aniquiló. Se les metió en unos campos y en unas condiciones de vida tras indignas de cualquier ser humano. Se levantó un muro de silencio y complicidad ante la Soah, ante el Holocausto. 
Que nunca más se lleve a cabo una masacre de tal magnitud, que no haya muro que la oculte.
            Es tiempo de destruir muros y, con los restos levantar puentes. Francisco ha dado un primer paso para la ruptura. 
Ha invitado a su casa, a Roma, a los que controlan ambos lados de los muros. Van a rezar juntos.
Comienza la Diplomacia de la Oración. Esperemos sirva para romper muros. 



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