Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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jueves, 27 de marzo de 2014

¿SANTAS ALIANZAS?

Columna de Marzo 30, 2014
Hace pocos días tuvo lugar en el Vaticano el encuentro entre el Presidente Obama y el Papa Francisco. 
La reunión se podría decir que era el final de un acercamiento con la Iglesia comenzado cuando el Sr Obama apenas tenía seis años y su madre lo matriculó en la Santo Fransiskus Asisi una escuela elemental católica en Yakarta, ciudad donde la familia se había trasladado. 
Sus asistencias a la misa dominical eran esporádicas.
Su primer contacto fuerte y serio con la Iglesia Católica se llevó a cabo cuando, recién graduado con apenas 25 años, comenzó a trabajar como organizador de comunidades en la arquidiócesis de Chicago.
Era bien conocido en los círculos católicos afroamericanos de la ciudad de los vientos. 
Tuvo el apoyo y el respeto de varios párrocos y líderes católicos afroamericanos, llegando incluso a entablar conversaciones con algunos obispos a los cuales les solicitó fondos para financiar sus proyectos.
La vida siguió su curso y sus intereses en la doctrina católica se centraron sobre todo en temas sociales. Las divergencias comenzaron pronto cuando empezó a ignorar a los no nacidos. 
Era legítima su lucha por los derechos humanos, pero de los nacidos. Los sin aún nacer no contaban para él. 
La batalla ha sido, y sigue siendo, larga. 
La Jerarquía Católica defiende la vida desde el primer momento de la concepción. 
Para el Sr. Obama empieza el derecho a la vida nueve meses después. 
Y, cuando se llega a ciertas etapas, se puede prescindir de ella. 
El diálogo con la Iglesia no corría con la fluidez y el respeto de sus primeros años en las parroquias de Chicago.
El paso del tiempo ha traído cambios profundos en el liderazgo de la Iglesia y de la política americana. 
Ahora ocupa la sede de Roma un hombre llegado de los confines del mundo, también organizador de comunidades. 
Que bien claro ha gritado contra las guerras, las leyes de mercado, la discriminación de jóvenes y ancianos. 
Un pastor respetado por su integridad y sinceridad.
El joven abogado afroamericano, líder comunitario, ha llegado lejos en su vida profesional y personal.
Ahora es el Presidente de los Estados Unidos de América, la potencia quizás más grande que ha habido en la Historia de la Humanidad.
Se ha sentido atraído por la sinceridad y claridad del Pastor de Roma. 
Y ha hecho lo posible por encontrarse con él. 
Desea trabajar junto a él para eliminar la pobreza, construir la paz, erradicar la trata de seres humanos.
Francisco le ha recordado que la pobreza se vence desde el respeto a la persona toda, a la que es concebida y se le deja concluir su ciclo completo de existencia. Que la pobreza no se puede eliminar utilizando emigrantes a los que no se les respeta sus más mínimos derechos. 
Que la justicia no se consigue invadiendo países, encerrando personas sin haber pasado por un tribunal, que la paz se alcanza con soluciones negociadas.
El encuentro en el Vaticano el pasado 27 marzo entre el obispo de Roma y el Presidente de Estados Unidos duró más de lo normal, cincuenta minutos.
Obama regaló al Papa unas semillas de los árboles que crecen en la Casa Blanca.
¿Semillas de nuevas alianzas por la paz, la justicia y el respeto? Dejemos que las semillas crezcan desde “La Alegría del Evangelio” el libro que el Papa le obsequió.

Tertuliasiglo21@aol.com

viernes, 14 de marzo de 2014

FRANCISCO, DOCE MESES DESPUES

Marzo 16, 2014
Abril de 2005. La Roma de después del pontificado de Juan Pablo II volvía al ritual de elección de un nuevo Papa.
Un cónclave más. Se esperaba corto y así fue.
Lo que debía permanecer en secreto pronto fue comentario en tertulias, calles, redacciones de periódicos.
El más votado en la primera noche lo fue el cardenal Martini.
Ante la negativa del mismo surgió un nombre hasta el momento desconocido en las quinielas, Jorge Mario Bergoglio.
No fue el elegido, pero quizás sí el pactado.
Casi 8 años después de la elección de Benedicto XVI, en una movida sorprendente y audaz, renuncia al pontificado.
Era la primera vez en varios cientos de años que eso ocurría.
De nuevo la maquinaria electoral se puso a funcionar.
Y ahora, ¿quién? El recuerdo de Bergoglio estaba aún vivo en muchos de los participantes del Cónclave del 85.
El jesuita que pudo haber sido elegido en el 2005 fue el seleccionado. Y con él llegó la primavera a la Iglesia.
Todo este año ha sido de sorpresas, alegrías, incertidumbres en la Iglesia y en la sociedad en general. El hombre que fueron a buscar al fin del mundo se ha puesto a la cabeza del liderazgo mundial. Era impensable que periódicos como el New York Times, Le Monde, Il corriere della sera o La Reppublica le dedicaran páginas y comentarios laudatorios a un Papa.
Las revistas de gran tirada mundial como Vanity Fair, New Yorker, Forbes, Rolling Stones Time le dieron igualmente cobertura. Ante este hecho mediático nunca antes visto para con un Papa la pregunta que viene a mente en primer lugar es ¿quién es este Papa? ¿Por qué de su popularidad?
Para entender este primer año de Francisco creo sirve recordar el viejo cuento de los hermanos Andersen, aquel que nos habla de unos farsantes que vendían una tela visible tan solo a los inteligentes. Nadie quería pasar por ignorante y todos alababan algo que no existía. Fue un niño quien vio al Rey vestido con la famosa tela el que dijo que estaba desnudo, que todo era una farsa.
Francisco ha sido un poco el niño que nos ha dicho que hay mucha farsa en la Iglesia, mucha mediocridad, y muy pocas ganas de vivir el evangelio y el mensaje de Jesús de Nazaret. Y la mejor forma de declarar que la tela invisible no existe es la de volver a lo fundamental de la Iglesia, el ser humano que busca razones para creer, metas por las que luchar, amores que llenen su corazón, sentido para su vida.
La Iglesia, aquella que Lutero afirmaba que Semper est reformanda (que siempre se debe reformar) es la que ha visto en Francisco un pastor, un hombre de fe, un hombre actual, que vive y sufre las angustias y esperanzas, las penas y tristezas de la comunidad humana.
Por eso lo sigue, lo escucha, lo admira, lo critica, lo reniega. Y Francisco, desde su sencillez, ha puesto de actualidad el viejo diálogo entre D. Quijote y Sancho, “deja que los perros ladren, señal que cabalgamos¨ Francisco, inquieto y andariego como Iñigo el de Loyola, su maestro, es corredor de fondo, cura callejero como se definió él mismo, que está saliendo a los caminos del mundo para darnos esperanzas. Lleva un año. Dejemos que siga caminando a pesar de los perros.

www.columnadelpadretomas.blogspot.com