Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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jueves, 31 de mayo de 2012

LA MAQUINARIA VATICANA

Columna Junio 3, 2012
Es larga y tortuosa la historia del poder político de los Papas. Desde Esteban III en el siglo octavo hasta Pío IX en el siglo XIX, el entorno papal era la Corte de los Estados Pontificios. La reunificación italiana llevada a cabo por Garibaldi acabó con dicho poder. A partir de ahí hubo un vacío legal hasta la creación del Estado del Vaticano. El Papa vivió prisionero en los Palacios Apostólicos.
Fue Pío XI quien culminó la creación del minúsculo estado. Los Tratados de Letrán firmados con Benito Mussolini fueron el acta de nacimiento de dicho Estado. De esa forma acababa una larga etapa con sus luces y sus sombras en la Historia de la Iglesia.
La creación del Estado Vaticano llevó consigo la refundación de la Corte Pontificia, esto es, la organización de los departamentos que hacen funcionar la Iglesia Católica en todo el mundo y que responden a un esquema difícil de entender para el creyente y el ciudadano corriente.
El nombre de todo ese gobierno central, la Curia, está tomado del Imperio Romano, de quien la Iglesia recicló muchas de sus estructuras. La figura principal lo es el Sucesor de Pedro, el Papa, quien ejerce como un emperador-rey-líder espiritual. Por encima de él no hay otro poder. A él responden los jefes de los Departamentos. Estos son las llamadas Sagradas Congregaciones, Tribunales, Pontificios Consejos y las Oficinas.
El más importante de estos organismos lo es la Secretaría de Estado, la cual originalmente era quien controlaba los asuntos personales del Papa. Pasó a convertirse en la encargada de manejar el Cuerpo Diplomático y las relaciones con los Estados. El que la dirige, en lenguaje laico, podríamos llamarlo como el Primer Ministro.
Las Sagradas Congregaciones son 9: Doctrina de la Fe, Iglesias Orientales, Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, Causa de los Santos, Obispos, Evangelización de los Pueblos, Clero, Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Educación Católica.
Los Tribunales son 3: Penitenciaria Apostólica, Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y Tribunal de la Rota Romana. Los Pontificios Consejos son 12: Laicos, Unidad de los Cristianos, Familia, Justicia y Paz, “Cor Unum” (Obras caritativas), Emigrantes e Itinerantes, Pastoral de la Salud, Textos Legislativos, Diálogo Interreligioso, Cultura, Comunicaciones Sociales, Promoción de la Nueva Evangelización.
Las Oficinas (“Uffici” ) pasan del centenar, abarcando servicios diversos que tienen que ver con cuestiones burocráticas, financieras, prensa, etc.
Los responsables de estos Organismos son cardenales y arzobispos.
Cuando se observa toda esta compleja organización muchos se preguntarán qué tiene que ver esto con el evangelio y el mensaje de Jesús de Nazaret. Todo y nada. Son organizaciones rancias y antiguas, pero también funcionales. Están pensadas para el bien espiritual de los creyentes. Pero no podemos olvidar que son seres humanos los que trabajan en ellas. De ahí las envidias, celos, intrigas, acechos, sobornos, corrupciones. Y en la etapa de ocaso de pontificado a la que estamos asistiendo, no es sorpresa lo que vemos y escuchamos. Filtraciones de documentos, difamaciones, zancadillas.
Entre tanta sotana y hábito monjil se esconden muchos papeles, muchos secretos, muchos documentos. La Corte del Renacimiento con la tecnología del tercer milenio.
“Ecclesia Semper est reformanda” (La Iglesia siempre tiene que estar convirtiéndose) afirmaba el monje alemán Martín Lutero en el siglo XVI. Viendo lo que está pasando, tenía razón.

Tertuliasiglo21@aol.com

miércoles, 23 de mayo de 2012

ENTRE LA IGNORANCIA Y LA ESTUPIDEZ

Columna de Mayo 20, 2012
El 24 de enero de 1998 Juan Pablo II estuvo en Santiago de Cuba. Lo recibió no tan solo el Arzobispo de aquella gran arquidiócesis, el recién fallecido Mons. Meurice, sino también el pueblo cubano entero.
El Sr Arzobispo en su discurso tantas veces mencionado, y pocas veces leído y reflexionado en tu totalidad, afirmaba “Le presento además a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido; la Nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología.
Son cubanos que, al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí de Cuba” Le faltó tiempo a ciertos sectores de la población cubana para señalar con el dedo al régimen que gobierna la Isla por los últimos 54 años.
Habría que glosar afirmando que muchos han confundido Patria con Exilio, Nación con Estados Unidos, Cultura con materialismo, pobreza mental, ignorancia y mala fe.
No se han dado cuenta aún, sea por su estupidez o su ignorancia, que viven un desarraigo y un complejo de mujer de Lot terribles. Viven mirando hacia atrás y convirtiéndose en estatuas de sal, faltas de vida y de ilusiones.
La Iglesia Católica en Cuba ha caminado y vivido un largo desierto y un largo desprecio. Dentro de Cuba, como acertadamente afirmara el Cardenal Jaime Ortega y Alamino en Conferencia recientemente dictada en la Universidad de Harvard. Pero también, y eso es realmente desconcertante, fuera de la Isla. Se ha tratado de ignorar, manipular e insultar la única institución que ha sabido permanecer en Cuba y ha dado el frente y la cara por multitud de cubanos sin importar el partido, la clase social o el status. El Arzobispo de La Habana, el Cardenal Jaime Ortega, ha sido, después del Obispo Díaz de Espada, el prelado que más tiempo ha dirigido la Arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana. Al igual que Diaz de Espada ha tenido que ser testigo y protagonista de momentos importantes en la definición de la identidad cubana. Ha sido objeto de una campaña de desprecio e insulto por parte de los elementos más intransigentes de ciertos sectores de la población cubana. Han visto en el Arzobispo alguien a quien insultar, y lo hacen porque saben que no se va a defender ni a poner las famosas demandas por difamación. Lo hacen porque las actuaciones de la Iglesia en Cuba en favor de ancianos, jóvenes y necesitados les están abofeteando y cuestionando. Lo hacen porque, en el fondo, es un dedo acusador que les señala silenciosamente. Se quedó en Cuba cuando pudo haber dejado la Isla hace muchos años para prosperar, para medrar y para convertirse en uno más de los que añoran una patria que no existe, una isla que dejaron, una lucha por la libertad que no dieron desde dentro, un pueblo que ha sabido sobrevivir a pesar de los pesares.
Dejaron un pueblo que sabe reír en la adversidad. Que sabe sufrir y, a la vez, sabe compartir. Se pudo ir pero prefirió construir un mundo mejor del que recibió en su suelo patrio. Su modelo de patriota lo fue, y sigue siéndolo, el Venerable P. Félix Varela. Mientras a Varela lo vilipendiaron y rechazaron las autoridades españolas, a Jaime Ortega lo están insultando ciertos sectores de la comunidad cubana.
El gobierno de Jaime Ortega y Alamino tiene sus sombras, no hay que dudarlo. Si no las tuviera no podríamos ver con objetividad y serenidad su obra. Todo blanco o todo negro no dan imagen. En su período como Arzobispo de San Cristóbal de La Habana ha habido luces y sombras. Que cada uno las identifique.

sábado, 5 de mayo de 2012

CUBA, OTRAS VOCES OTROS TESTIGOS

Columna Mayo 7, 2012
Se atribuye al gran poeta centroamericano Rubén Darío la afirmación de que los únicos que mueren en el mismo sitio que nacen son los árboles.
Todos los demás seres acabamos nuestra existencia lejos de donde nacimos. Y todo aquel que, por una circunstancia u otra, tiene que dejar la casa paterna, después de un determinado tiempo lleva en el corazón y en la cabeza una familia, una casa, una patria, una iglesia, que no existe. Y eso nos lleva a dos complejos, el de Peter Pan y el de la mujer de Lot.
Peter Pan vivió toda su vida una fantasía y creyó ser niño para siempre. Nunca cambiaron las cosas.
La mujer de Lot se pasaba mirando hacia atrás y terminó convirtiéndose en una amarga estatua de sal. Y la sal en exceso no permite que nazca y crezca la vida.
Durante algo más de 50 años las noticias, las historias, las penas y las tristezas del pueblo hermano cubano nos llegaron por dos canales. El de Peter Pan y el de la mujer de Lot.
Ahora empezamos a ver la realidad cubana desde otras visiones, desde otras experiencias. Los viajes se han liberalizado. Las salidas y entradas de ciudadanos cubanos a la casa paterna se han hecho más frecuentes. La visión de la realidad cubana empieza a ser más amplia, más compleja, más rica, más complicada. Son múltiples los canales que nos permiten conocer la realidad y la experiencia de un pueblo.
Recientemente estuvo en los Estados Unidos el cardenal arzobispo de La Habana, S.E. Jaime Ortega y Alamino. Fue orador invitado en el Boston College y en la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard. En esta última participó en el Forum “Church and Community: The Role of the Catholic Church in Cuba auspiciado por el
David Rockefeller Center of Latin American Studies of Harvard University.
En su disertación el Cardenal Ortega hizo una excelente síntesis de la vida y existencia de la Iglesia Católica en Cuba. Desde los comienzos de la Revolución hasta prácticamente el mes pasado donde se recibió por segunda vez al Papa en la Isla.
La Iglesia Católica Cubana en los últimos cincuenta años ha sido compañera de camino de la sociedad en la cual vive. Ha sabido y tenido que atravesar el desierto del desprecio, el abandono, la incomprensión, la difamación y el olvido. Ha sido también testigo de la esperanza y de la caridad. Se ha visto reflejada en las palabras proféticas del Vaticano II: “Las alegrías y las esperanzas, las penas y las tristezas de la Humanidad son las de los creyentes en Cristo. Y nada humano le es ajeno al creyente”
Para el Cardenal Ortega el comienzo de la Primavera de la Iglesia Cubana tiene una fecha: 1986. En dicho año se llevó a cabo el llamado Encuentro Eclesial Cubano. Fue un Encuentro de todas las fuerzas vivas de la Iglesia: Jerarquía, sacerdotes, religiosos/as, diáconos y pueblo creyente.
Se sentaron las bases para una reconciliación, una identidad y un largo camino no exento de complicaciones pero lleno de esperanzas.
Juan Pablo II invitó al mundo a que se abriera a Cuba y Cuba al mundo. Por parte de la Iglesia las puertas se han abierto para construir un mundo mejor del recibido. La primavera está dando sus primeros frutos.
PS Si desea leer completo el discurso del Cardenal Ortega en Harvard sigue este enlace: Discurso Del Cardenal Jaime Ortega

Abril 24, 2012 Discurso de S.E.R. Cardenal Jaime Ortega.

(Nuestro Agradecimiento a la Oficina del Cardenal por proveernos este discurso)
Conferencia pronunciada por
S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana.
Conferencia de Harvard,

Queridos amigos:
Hay algunas premisas a tener en cuenta cuando se intenta descubrir la actuación de la Iglesia Católica en un país o región durante tal o cual período de la historia de ese lugar.
Lo primero es conocer la naturaleza de la Iglesia, su esencia, después su forma de proyectarse y actuar a través de 2000 años de historia, teniendo en cuenta épocas y culturas, la evolución de la humanidad en el transcurso del tiempo, el contexto y la óptica del analista, si mira la realidad de la Iglesia como un extraño a ella o un conocedor, si lo hace a partir de su propia fe cristiana, o siendo agnóstico, ateo, budista, musulmán, etc. y según la cultura donde está insertado el observador. La extrañeza o la distancia no son condiciones necesarias para la objetividad. No es más objetivo quien es más distante del fenómeno observado. En muchos casos la objetividad necesita de la inmersión en el fenómeno, incluso si entran en juego factores emotivos o afectivos.
Este preámbulo sitúa desde el inicio mi exposición. Hablo desde la Iglesia, como un cercano colaborador del Santo Padre Benedicto XVI por mi condición de CardenalAmo a la Iglesia con todo mi corazón. Sufro sus miserias, me duele cuando la atacan, incluso si soy atacado en mi persona me duele por la Iglesia, no en primer lugar por mí.
A mi pertenencia no sólo estructural, sino íntimamente cordial a la Iglesia, se une mi condición de cubano que vive en Cuba, que todo su ministerio sacerdotal y episcopal lo ha desarrollado en ese país durante 48 años, cabalgando entre el siglo XX y el XXI, en el período de más de cincuenta años de esta historia que ha hecho de nuestro país un caso singular en este mundo. Un país que quiero con el alma.
Estudié fuera de Cuba, pero nunca deseé vivir fuera de Cuba. Cuando a los dos años de ser sacerdote, fui llamado a campos de trabajo donde pasé ocho meses, no soñé en ese tiempo con irme de Cuba. Cuando me dieron de baja y llegué a mi casa, mi padre me esperaba con un viaje a España que él había conseguido para que fuera a vivir allí. Todo el que salía de aquellos campos tenía facilidades del gobierno para abandonar el país. Le dije a mi padre que no me iría, se entristeció porque estaba preocupado por mí y mi futuro.
Pero yo no quería irme de Cuba. Cuba para mí es mi patria, tan mía que la siento en los olores del ambiente, en los cielos amenazantes de un huracán, en las tardes dulces de su falso invierno, en el hablar de su gente, en su música. Tanto es así, que a veces temo participar de esa arrogancia del cubano de todas partes, del de Cuba y del de fuera de Cuba de creernos los mejores. Quizás este rasgo negativo sea el que más nos une a los cubanos de aquí y de allá.
Todo esto para decirles que quien les va a hablar de la Iglesia en Cuba es un obispo cubano. No podemos entrar en la historia muy compleja de la Iglesia en Cuba, desde los tiempos coloniales hasta nuestros días. Fijar nuestra atención en los 53 años del período revolucionario que se inició en 1959 hasta hoy, es ya una simplificación indebida y más indebida aún será la metodología de analizar en este período algunas subdivisiones del tiempo y las características de la acción de la Iglesia en cada una de esas etapas. Pero será el único modo de ser breve.
Estas son las etapas iniciales que me apresto a delinear:

Primera:

Una fácil aceptación del triunfo revolucionario por encontrar en él valores cristianos. Esto por parte de jerarquía y pueblo en general.
Rápidamente después (al año del triunfo), comienza un tiempo de inquietud por la aparición en cargos importantes del gobierno de miembros del viejo partido comunista de Cuba y de fuerte confrontación: presencia de sacerdotes en la invasión de Bahía de Cochinos, expulsión de sacerdotes, cierre de las escuelas católicas, partida de muchas religiosas y religiosos que abandonaron sus obras ante el temor de lo que pudiera suceder o que perdieron sus obras, ataques a las iglesias por parte de grupos exaltados, etc.
Este momento, con su impacto negativo en los fieles católicos, marcó la memoria de un sinnúmero de personas mayores que residen ahora en Cuba o que viven fuera del país. Esta huella es difícil de ser borrada, sobre todo para quienes emigraron y no vivieron la evolución posterior.
Actitud de los obispos en este primer momento: expresar su queja y su dolor y pedir a los cristianos firmeza en la fe y lealtad a la Iglesia.
La Iglesia, como organización quedó muy disminuida y sin medios para comunicar con el pueblo y con los fieles. Comenzó la emigración en gran escala de laicos católicos de sólida formación.

Segunda etapa:

Terminada aquella primera confrontación clamorosa la comunidad cristiana vivió como una iglesia del silencio, con su memoria poblada de malos recuerdos y viendo las huellas del distanciamiento, y aún del desprecio, en muchos hermanos del pueblo cubano. No podemos olvidar que la Revolución tenía un amplio respaldo popular.
La actitud de la Iglesia en esta etapa fue la paciencia, la perseverancia y la prudencia. Durante esta etapa que se extiende desde 1962 en adelante hubo momentos de recrudecimiento de la confrontación. El año 1966 fue ocupado el Seminario Nacional de La Habana. Un sacerdote fue enviado a la cárcel, donde pasó 10 años, se crearon campos de trabajo, a los cuales fueron llevados los hombres jóvenes de la Iglesia Católica y de otras iglesias y comunidades cristianas, incluyendo sacerdotes y ministros de culto de esas iglesias; se suspendieron los permisos de entrada de sacerdotes y religiosas a Cuba, se exigió que sólo los padres podían llevar a sus niños a la catequesis.
Este segundo asalto dejó a la Iglesia más aislada, más atemorizada. Era una Iglesia centrada en el culto, que predicaba a los cristianos jóvenes y adultos que dieran testimonio de su fe con su vida. Esta etapa que se extiende hasta los inicios de la década de los 80 se caracterizó por el testimonio admirable de los laicos: hombres y mujeres.
Durante estos años en América Latina surgen fuertes corrientes sociales, se mira con simpatía la revolución cubana y dentro de la Iglesia en Latinoamérica surge un pensamiento radical para combatir las desigualdades sociales. Estos movimientos decían que la Iglesia en Cuba no estaba del lado de los pobres y tenían simpatías en medios europeos. De tal modo que un purpurado europeo declaró a la prensa que “la Iglesia en Cuba no tenía más que lo que merecía, por no haberse puesto al lado de los pobres”.
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín y más tarde la de Puebla no se ajustaban a nuestra realidad.
La Iglesia en Cuba se sintió totalmente aislada e incomprendida. En este período no fueron pocos los laicos que optaron por permanecer en Cuba a causa de su fe católica. No agradeceremos nunca suficientemente este testimonio laical, pues se dio en condiciones de estrechez material, de pobreza extrema, de discriminación en los trabajos y en los estudios, sobre todo universitarios. Hay que subrayar que este testimonio logró impactar muchos ambientes laborales y estudiantiles y fue uno de los principales factores para que la gente viera que la Iglesia no era dañina, que los miembros de la Iglesia eran fiables, que la Iglesia hacía el bien, que ayudaba al prójimo en sus dificultades, que los escuchaba en sus angustias y problemas.

Tercera etapa:
Con estos laicos comienza en 1981 el proceso de la Reflexión eclesial cubana, que culminó con el Encuentro Eclesial Cubano en 1986. Estos cinco años de reflexión en cada comunidad, en cada diócesis, con el Encuentro que los culminó, constituyeron una etapa decisiva en la historia de la Iglesia en Cuba en todos los tiempos. En el espacio de estos 53 años del período revolucionario, la Iglesia considera el Encuentro Eclesial Cubano como un hito decisivo que divide esta etapa en antes y después de ese encuentro.

Cuarta etapa:

Se inicia así un período que va, con sus altas y bajas, pero lentamente en ritmo ascendente, desde 1986 hasta nuestros días. He aquí las líneas de acción de la Iglesia en Cuba surgidas del Encuentro Eclesial Cubano: la Iglesia reunida en una gran Asamblea, integrada por la Conferencia Episcopal en pleno, sacerdotes, religiosas y sobre todo laicos de todas las diócesis de Cuba, reflexionó sobre la Iglesia en la Historia de Cuba, su papel en el surgimiento de la nacionalidad cubana, los prohombres católicos, sacerdotes y laicos del siglo XIX, la Iglesia en la República, su resurgimiento después de las guerras de Independencia, y la Iglesia del período revolucionario, la Iglesia en relación con la fe popular, con la cultura, etc.
De una Iglesia temerosa, replegada sobre sí misma, centrada sólo en el culto, la propuesta del ENEC fue la de una Iglesia misionera, que debía salir a anunciar a Jesucristo, una Iglesia acogedora de quienes llegan, sean que se sienten identificados con el sistema político cubano o no. Una Iglesia que ora, pero encarnada aquí, es decir que sabe que existe para nuestro pueblo y vive en nuestro pueblo y no se repliega. La actitud propia de esta época es el diálogo. Debemos dialogar entre creyentes y no creyentes, entre la Iglesia y las autoridades, entre los católicos de Cuba y los que viven en el extranjero, etc. Este encuentro y la acción pastoral que propició hicieron posible la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba.

Con sus altas y bajas esta etapa de la vida de la Iglesia cambió su perspectiva y tiene justamente su punto culminante de apertura y de diálogo con la visita del Papa Juan Pablo II a nuestro país. Fue este un momento saliente y único de nuestra historia eclesial. La Iglesia en Cuba, en esa visita, se dio a conocer al mundo, apareció en los medios nacionales de comunicación: prensa, radio y televisión. Los mismos cubanos captaron que había en Cuba una Iglesia viva y dinámica. Vino después la celebración de la Navidad como día de fiesta civil, comenzaron las visitas de sacerdotes, diáconos y religiosas a las cárceles, se conceden con facilidad los permisos para que sacerdotes y religiosas extranjeros vengan a trabajar en Cuba, para que los seminaristas o sacerdotes cubanos vayan a estudiar a Roma, España u otros países. Las publicaciones católicas tienen una buena difusión y aceptación por católicos y no católicos, se hace más fluido el diálogo entre la Iglesia y las autoridades, se extienden las manifestaciones públicas de la fe católica, etc.
Una mención especial merecen las obras sociales. Hace 20 años fue creada Cáritas Cubana que comenzó a dar sus primeros pasos lentamente, pero que rápidamente ha ido alcanzando un desarrollo en obras y en efectividad con ayuda de Cáritas de Alemania, de España, Catholic Relief Service de Estados Unidos, la Conferencia Episcopal Italiana, la Orden de Malta y otros como la Arquidiócesis de Boston.

Cáritas tiene un amplio programa para atención a la tercera edad, con comedores en parroquias o en centros diversos y un personal muy bien preparado que lo atiende y forman parte de un voluntariado de más de mil integrantes que lo apoyan. Hay también programas para personas con Síndrome de Down, autistas, portadores de VIH y otros, siempre con la ayuda de un voluntariado en cada campo. También hay guarderías para niños de familias irregulares de 1-5 años que son atendidos por Cáritas. En caso de catástrofe la labor asistencial de Cáritas se activa rápidamente y el trabajo de un voluntariado ampliado ha permitido que las ayudas se distribuyan en breve tiempo, tanto las que llegan del exterior como las que la Iglesia en Cuba aporta. Esta acción social de la Iglesia es muy conocida y apreciada por el pueblo.

En el futuro inmediato en nuestro país se proyectan concretamente cambios fundamentales en la organización económica del Estado. Esto nos implica a todos, y la buena marcha de estas transformaciones no depende solamente de las autoridades nacionales, provinciales o municipales en sus decisiones, sino de la comprensión adecuada, por parte del pueblo, de las medidas que comienzan a tomarse, y de nuestra capacidad crítica para expresar claramente nuestras divergencias o señalar cuanto nos parezca que debe ser modificado. Esa es una de las importantes responsabilidades que los gobernados deben asumir ante Dios. La Iglesia tiene también una alta responsabilidad en estos esfuerzos, incluyendo la oración por la buena marcha de este proceso y el acompañamiento del pueblo durante el mismo.

En consonancia con este momento, en el Centro Cultural que se ha inaugurado en el histórico edificio que albergó el Seminario San Carlos de La Habana, fiel a su historia, estudian hombres y mujeres laicos que se preparan en materias diversas: filosofía, teología, historia, etc. También se desarrolla una maestría en ciencia económica y administrativa que presta apoyo a los esfuerzos por actualizar el sistema económico de Cuba.
Hay centros con programas similares de los dominicos y de los jesuitas. Este último ayudando a los que ya trabajan por cuenta propia a gestionar sus negocios de modo conveniente.

La Iglesia en Cuba, en su acción pastoral, se propuso que un trienio preparatorio antecediera la celebración en el año 2012, de los 400 años del hallazgo y presencia de la Virgen de la Caridad en la historia y en la vida del pueblo cubano.
Como parte de este programa, desde mediados del año 2010, comenzó esta preparación con el recorrido misionero de una bendita imagen muy venerada de la Virgen de la Caridad por todas las ciudades, pueblos, caseríos y nuevos asentamientos humanos del país. Esta peregrinación culminó en la ciudad de La Habana el 30 de diciembre de 2011.
Ha sido realmente conmovedor contemplar las imágenes de la acogida multitudinaria a la Virgen de la Caridad, tanto en ciudades, como en poblados y cruces de caminos en todas las provincias de Cuba, en hospitales, cárceles, escuelas, en la Universidad de La Habana.
Además del número extraordinario de personas, es la calidad espiritual de la acogida lo que nos impresiona, pues incluye a diferentes grupos humanos sin distinción de práctica religiosa o de militancia política. Hemos verificado así una parte importante del lema que preside este tiempo preparatorio: “La Caridad nos une”. Pueden calcularse en millones de cubanos los que participaron en esta peregrinación.

Hace ya dos años se hizo realidad el sueño de terminar la construcción de un nuevo seminario nacional en La Habana, donde se preparan al sacerdocio jóvenes de toda Cuba. Damos gracias a Dios que ha bendecido grandemente esta obra. Para su construcción ha sido inestimable el apoyo económico de Knights of Columbus.
Hace también dos años, en el mes de abril, habiendo solicitado la Conferencia de obispos de Cuba a las más altas autoridades del país un diálogo, ante todo sobre la situación de los 53 prisioneros del año 2003 que aún estaban en prisión, fue acogida nuestra gestión humanitaria de modo positivo. La Iglesia en Cuba se había interesado siempre por estos prisioneros y por otros de condiciones parecidas, pero el hecho novedoso y positivo fue que en esta ocasión recibimos una respuesta concreta a nuestros reclamos y el gobierno pidió la mediación de la Iglesia Católica con los familiares de esos presos. Comenzó así un proceso de mejoramiento de las condiciones de estos reclusos, que incluyó finalmente la excarcelación de ellos para viajar a España con sus familias o permanecer en Cuba.
Del grupo de los 53 calificados como presos de conciencia 12 quedaron en Cuba, uno viajó después a Estados Unidos y el resto a España. Después se amplió este número hasta completar más de 120 presos con sus familiares que fueron también a España.
Ha tenido y tiene, pues, la Iglesia en Cuba una participación pública en la dimensión humanitaria y servicial de su acción pastoral que no había tenido en muchos años. Esto, como las expresiones públicas y comunitarias de fe y devoción religiosa, como la difusión de las publicaciones católicas, constituye un modo muy positivo de afianzar la libertad religiosa, que se ha visto ampliada progresivamente en estos últimos años en nuestro país. Y que es algo más que la libertad de culto.
El Papa Benedicto XVI se refirió en su homilía de la Plaza de la Revolución en La Habana a los pasos que se han dado en Cuba con respecto a la libertad religiosa, augurando que se extiendan siempre más sus posibilidades.

A ese respecto se refirió tanto a la participación de la Iglesia en el campo de la educación como a la de los cristianos en la construcción de la sociedad. El Papa pidió –al momento de partir– que nadie se sienta impedido de tomar parte en ese apasionante deber “por limitaciones de las propias libertades fundamentales, ni se sienta exonerado de ello por negligencia o carencia de medios materiales”.
El Papa invitaba así a todos los cubanos a participar en la construcción de “una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada”, superando cualquier dificultad o traba en este empeño.
Deseó que la luz del Señor, que ha brillado con fulgor en los días de su presencia entre nosotros, no se apague y ayude a todos a reforzar la concordia y a “hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles sobre los cuales es posible fundar una sociedad renovada y reconciliada”. Precisó el Santo Padre que la situación que vive Cuba “resulta agravada por las medidas económicas restrictivas impuestas desde el exterior del país, que pesan negativamente sobre la población”.

En resumen, el Papa hizo un llamado a dejar tanto en lo nacional como en lo internacional “posturas inamovibles y puntos de vista unilaterales” proponiendo no detenerse en el camino del diálogo paciente y sincero que genera esperanza.
En sus primeras palabras sobre Cuba en el avión que lo conducía a América, el Papa se refirió a los cambios de modelo socioeconómico necesarios en Cuba y dijo que debemos apoyar los cristianos esas búsquedas “de modo paciente y constructivo, evitando los traumas”. Es acertada su advertencia, porque todo salto brusco o violento produce traumas sociales que dejan huellas negativas en los pueblos.
El Santo Padre, fiel a su programa fundamental como Sucesor de Pedro, el que El presentó a los cardenales reunidos para el cónclave cuando explicaba que escogió el nombre de Benedicto, porque el último antecesor suyo con este nombre fue un Pontífice conciliador, ha venido a Cuba haciendo realmente honor al proyecto conciliador de su Pontificado, y esto sin callar la verdad, con claridad y a la altura programática de su augusto ministerio.
Sentimos ya cómo la huella de su paso ha marcado al pueblo cubano impresionado gratamente por la mansedumbre y la bondad reflejadas en las palabras y gestos del Papa Benedicto XVI, que constituyen una especial bendición para toda la nación cubana y para cada uno de nosotros. Esta visita del Santo Padre en el Año Jubilar Mariano de Cuba nos anima y fortalece en la celebración del año de la Fe que nos propone con tanto interés el Sucesor de Pedro a la Iglesia Universal. Será una especial ocasión para profundizar en esa fe que hemos constatado viva en el corazón de nuestros hermanos cubanos.
Queda, pues, un profundo sentimiento de gratitud y de esperanza en nuestra Iglesia en Cuba y en todo nuestro pueblo por la visita del Papa Benedicto XVI y un recuerdo emocionado de su presencia entre nosotros.
Su visita abre una puerta a la esperanza para la Iglesia en Cuba.