Los últimos ocho mil años la historia de los seres humanos se ha desarrollado entre conflictos. Las grandes civilizaciones han surgido de una guerra y han concluido con otra. Los ingredientes de estas guerras siempre han sido los mismos: búsqueda de fuentes de alimentación, alianzas, pactos, poder, grandezas, imposiciones de maneras de pensar y de vivir. Si analizamos las guerras de los últimos dos mil años tenemos un ingrediente más: la religión. Si afirmamos que detrás de todo hombre grande hay una mujer,
no creo que nos equivoquemos si afirmamos que, detrás de cada gran guerra, hay una religión.En estos momentos estamos viviendo y sufriendo la Tercera Guerra Mundial. Para disimularla y que no cunda el pánico la hemos disfrazado diciendo que se trata de la Guerra contra el Terrorismo, la Guerra con los enemigos de la Libertad, la Guerra contra Al Qaeda. En realidad es una guerra entre dos modelos de sociedad y de convivencia.
La llamada judeocristiana contra la musulmana.
En días pasados se han reunido en Nápoles representantes de las principales religiones del planeta para analizar la violencia en el mundo actual, violencia auspiciada precisamente por estas visiones religiosasSu primera afirmación es contundente:” podemos decir con más fuerza que ayer que quien usa el nombre de Dios para odiar al otro, para cometer actos de violencia, para hacer la guerra, blasfema contra el nombre de Dios… “La violencia es la oscura compañera cotidiana de demasiados hombres y mujeres de nuestro planeta…” Como nos dijo Benedicto XVI: «No se puede justificar nunca el mal y la violencia invocando el nombre de Dios..
Para esta Asamblea de Religiones la solución a los conflictos pasa por algo de lo cual nos llenamos la boca pero nunca practicamos con honestidad: el diálogo.”Entrando en lo profundo de nuestras tradiciones religiosas, hemos redescubierto cómo, sin diálogo, no hay esperanza, y uno queda condenado al miedo al otro. El diálogo no anula las diferencias. El diálogo enriquece la vida y deshace el pesimismo que lleva a ver en el otro una amenaza. El diálogo no es la ilusión de los débiles, sino la sabiduría de los fuertes que saben confiar en la fuerza débil de la oración: la oración cambia el mundo y el destino de la humanidad. El diálogo no debilita la identidad de nadie, sino que mueve a cada uno a ver lo mejor del otro. Nada se pierde con el diálogo, todo es posible con el diálogo. “
En un mundo globalizado nos hemos dejado gobernar por instituciones que no gobiernan, como las Naciones Unidas. Nos hemos dejado dirigir por instituciones que no educan para la libertad, como las Escuelas Tradicionales.
Nos hemos dejado entretener por unos medios de comunicación que nos han intoxicado. Nos hemos inventado armas de destrucción masiva cuando lo que masivamente hemos destruido ha sido nuestros valores de convivencia y respeto. En definitiva, nos han engañado miserablemente.
Nos toca ahora construir el nuevo milenio con unos nuevos valores y confianzas. Los líderes religiosos nos indican que con diálogo, respeto, confianza y oración. Pero si no hay un deseo sincero de paz y de diálogo seguirá siendo cierto aquello de que detrás de toda gran religión hay una gran guerra.
Los romanos afirmaban “Si quieres la paz, prepárate para la guerra” Mejor sería que nos preparemos para el diálogo
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
Seguidores
miércoles, 24 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario