Enero 6, 2008
Queridos Reyes Magos
Vaya para ustedes, quienes quiera que sean, mi saludo y mi respeto más grande en este año que recién acabamos de empezar Sé que quizás sea un atrevimiento dirigirme a ustedes así, simplemente, con una carta. Sobre todo sabiendo que los Reyes suelen mandar a callar a la gente cuando se sienten molestos por majaderías..
El primero que nos habló de ustedes fue un tal Mateo. Es verdad que no era tan averiguado como lo son hoy en día nuestros periodistas. Simplemente nos dejó dicho que llegaron unos individuos a Jerusalén preguntando por un supuesto rey que había nacido por allá. Entonces se formó tremendo chisme, fueron la preocupación de toda la corte de Herodes. Todo fueron habladurías, rumores y miedos. Y nada, les dijeron que se fueran para Belén, que entonces era un pueblito cercano a Jerusalén y que vivían haciendo pan. Belén lo que significa es La Casa del Pan, o sea, la Panadería. En el tiempo en que ustedes fueron por allá era fácil llegar. Tan solo unas millas y ya. Hoy, aunque la distancia es la misma, se tarda un poco más. Han levantado un muro tremendo dizque para evitar terrorismos. Es un tanto molesto, pero se pasa. No sé si podrían ustedes entrar hoy en Belén. Con esas pintas y con tanto traperío encima levantarían sospechas. Yo he pasado un montón de veces y no he tenido problema, pero siempre se mete en el cuerpo un cierto temor y tristeza.
Como les decía Mateo es el único que nos habla de ustedes. Pero él de lo que sabía era de impuestos, de dineros, de obligaciones a pagar. Era escueto en lo que escribía y decía. Y nos dejó escrito que ustedes regalaron tres cosas: Oro, Incienso y Mirra. De eso les quería hablar en mi carta.
Siempre hemos asociado el oro con el bienestar, con dinero. Pues miren, en nuestra comunidad hay muchas personas que han tenido que emigrar de sus países, dejar su gente, su mundo para poder obtener pan y bienestar para sus familias. ¿Ustedes no podrían traernos este 6 de enero un poco de trabajo seguro para poder mantener nuestras familias? No es fácil ganarse decentemente el pan de cada día. Si ustedes nos echan una manita, podremos tener el oro del trabajo digno, de la amistad compartida, de la seguridad en la familia.
El Incienso es algo que no sabemos exactamente de qué está hecho y que sirve para que los templos huelan distinto y, entre mucho humo, alabar a Dios. Es símbolo de una fe, de una alabanza a Dios en libertad y respeto. En un mundo como el nuestro en que hemos convertido el billete de dólar en un poderoso dios, ¿no podrían traernos un poco de incienso para volver a sentir y oler al verdadero Dios, el del amor compartido, la vida respetada, la fe vivida?
La mirra la verdad que no sé para qué sirve, Dicen que es algo amargo y la verdad que demasiadas amarguras nos trae la vida. ¿La podrían cambiar por un poco de alegría, de esperanza, de algo que nos ayude a construir un mundo mejor del que hemos recibido?
Bueno, nada más. No quiero que me manden a callar por pedir tanto. Perdonen el atrevimiento. Pero por favor, pónganse con algo.
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
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miércoles, 2 de enero de 2008
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