Desde hace cerca de dos mil quinientos años la ciudad de Roma ha hecho honor a su nombre: Caput Mundi, Capital del Mundo. Sus costumbres, sus emperadores, su lenguaje, su forma pragmática de acercarse y sobrevivir y pensar penetraron en media Europa y reciclaron los restos del Imperio creado por Alejandro Magno. Al declinar, se reciclaron en un grupo religioso llegado de una zona marginal del Imperio, de la Galilea. De esta fusión de Imperio Romano decadente y grupo judío cristiano ascendente, nació la Iglesia Católica en sus estructuras de gobierno. Los emperadores fueron sustituidos por los papas, los gobernadores regionales por los obispos, la administración pública por la poderosa Curia Vaticana.
Roma era la ciudad de los Emperadores. Roma se convirtió en la ciudad de los Papas. Cada uno de ellos ha ido dejando su impronta en la ciudad. A partir del siglo XVI, cuando se empieza a organizar la Iglesia Católica de acuerdo a las normas emanadas del Concilio de Trento, las diversas órdenes y congregaciones religiosas fijan su domicilio en Roma, cerca del Papa. En ese espíritu de reforma y vuelta a la sencillez, uno de los papas, al ser elegido, decide seguir usando su hábito de fraile dominico de color blanco. Nada de lujos ni de vestidos ostentosos. Una simple sotana blanca. Esa tradición ha llegado hasta nuestros días.
En ese espíritu de reforma surge una orden religiosa. La funda un ex militar vasco. Una de sus finalidades es combatir a los enemigos de la fe católica. Forma una Compañía dispuesta a defender los valores del evangelio. Le da una estructura militar. Y un nombre: Compañía de Jesús. Sus cuarteles generales van a estar en Roma. La máxima autoridad será el Prepósito General. Esta persona va a vestir la indumentaria propia de los sacerdotes en su forma más simple: una sotana. Y una sotana negra. Y como Roma es, entre otras cosas, ciudad de leyendas, pronto surgió la leyenda de que el General de la Compañía de Jesús tenía más poder y autoridad que el propio Papa. Y si el que ocupaba la silla de San Pedro iba vestido de blanco, el que sucedía a Ignacio de Loyola, lo era de negro. Roma desde entonces tiene dos papas: el Papa Blanco y el Papa Negro.
Hace unas semanas, por primera vez en la historia, el Papa Negro, el General de la Compañía de Jesús presentó su renuncia al cargo, el cual es vitalicio, y fue aceptada sorpresivamente por el Papa. Después de unos años en los cuarteles de invierno, la Compañía de Jesús ha elegido a su General, al Papa Negro.
La elección ha recaído en Adolfo Nicolás, un castellano viejo quien ha vivido más de cuarenta años en Japón. Su selección ha causado sorpresa en muchos ambientes vaticanos o cercanos a posturas triunfalistas dentro de la Iglesia Católica.
Con la elección de Adolfo Nicolás se relanzan retos a la Iglesia Católica. Retos que parecían olvidados para muchos. Uno de ellos es la puesta en práctica de las resoluciones del Concilio Vaticano II. Otro, la opción preferencial por los pobres, tan presente en los documentos eclesiales. “La nación de los pobres y excluidos nos reclaman” han sido algunas de sus primeras declaraciones. La Compañía desenvaina sus armas. El Papa Negro, el General venido de Oriente está al frente.
Columna del Padre Tomás
En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.
Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.
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jueves, 31 de enero de 2008
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