Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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viernes, 28 de marzo de 2008

BENEDICTO XVI, TRES AÑOS DESPUES

Equipo de Noticias "Castilla La Mancha Radio & TV" Abril 2005. Padre Tomas Del Valle (centro).
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Alrededor de las 12 del medio día del 19 de abril varios cientos de periodistas y curiosos estábamos recostados sobre la valla que separa Italia del Estado del Vaticano en Roma. El día anterior había dado comienzo el Cónclave que elegiría al sucesor de Juan Pablo II al frente de la Iglesia Católica. Una primera votación el día anterior había pasado sin pena ni gloria. Los viejos zorros de la comunicación allí presentes empezaron a elucubrar y a apostar que esa tarde tendríamos Papa nuevo.

Apenas almorzamos deprisa y corriendo (panninis, pizzas y algún capuccino fueron el menú cotidiano para la gente de prensa esos días) y ya fuimos buscando ubicaciones en el interior de la Plaza. Una de las

muchas identificaciones que debíamos llevar colgadas nos abrían paso entre la multitud. Alrededor de las cinco de la tarde empezaron los primeros hilos de humo a salir de la vieja chimenea instalada sobre los tejados de la Capilla Sixtina. Había habido votación y teníamos resultados. El color semi gris del humo se prestaba a confusión. El repique de campanas nos sacó de dudas. Los cardenales, en un tiempo record, se habían puesto de acuerdo para elegir al sucesor del ya legendario papa polaco. Buscamos enseguida cómo ubicarnos para poder transmitir y, sobre todo, ser testigos de un momento histórico: la proclamación del primer papa del tercer milenio del cristianismo. Un latinoamericano tendría esa encomienda. Ansiosos estábamos cuando apareció en la ventana de la Basílica de San Pedro el cardenal chileno Medina Estévez para anunciar el nombre del seleccionado para ocupar la cátedra dejada por Juan Pablo II. Todo fue demasiado rápido: de la expectación, al silencio, de ahí al desconcierto y terminando con el aplauso conformista pero débil de la multitud. Al cabo de media hora la Plaza de San Pedro estaba vacía. Los cerca de cincuenta mil espectadores iban saliendo con las banderas en los hombros, cabizbajos y sin muchos gritos.
El hombre elegido era uno de los que menos posibilidades tenía: delicado de salud, demasiado mayor, rígido en lo doctrinal, ciudadano de una de las grandes potencias mundiales, duro en la doctrina. Un halcón de la política vaticana. Se podría aplicar a Joseph Ratzinguer, el hombre elegido, el título de una de las obras de su predecesor: Signo de Contradicción. Si bien era cierto que entraba en todas las quinielas de papables, eran demasiado los enemigos que tenía – y sigue teniendo- en la Iglesia.
Compañeros de trabajo, teólogos y gran parte de ese mundo insólito de Roma, afirmaba que era un hombre que iba a sorprender a muchos. Y ciertamente que en parte su corto pontificado ha sido un poco de sorpresas. Ha sorprendido su poca energía en la reforma de la Curía. Ha sorprendido igualmente la falta de tacto ante ciertas afirmaciones y silencios. Han sorprendido sus miedos y condenas. Han sorprendido sus vueltas al pasado.
El sábado 19 de abril, tercer aniversario de su elección, presidirá una misa en la Catedral de San Patricio. Será la primera vez en la historia que un Papa celebra la misa en una catedral en los Estados Unidos. Cientos de sacerdotes y obispos lo arroparán. Mientras tanto, fuera de los muros de la Catedral de San Patricio, los creyentes hispanos esperaremos sus palabras y gestos.

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