Los seres humanos somos cínicos.

Afirmo esto basándome en los acontecimientos que recién acabamos de vivir en la aldea global en que se ha convertido el mundo.

Debido a unos procesos geológicos naturales se produjo un terremoto de alta escala cercano a la
isla de La Española en la parte correspondiente a Haití. Los estragos han sido grandes y la pérdida de vidas humanas inmensa. Ese es el dato frio y escueto.
Mucho dolor, mucha pena, gran solidaridad.
Los medios de comunicación se han dedicado con gran efectividad a informarnos de todo lo que ha ocurrido en el país hermano.

Gracias a las
nuevas tecnologías hemos visto la desgracia en todo momento. Hemos visto, pero,
¿la hemos sentido? .Creo que es en
el Talmud de Babilonia donde se afirma de que,
si quieres saber lo que siente tu hermano, camina una milla dentro de sus zapatos.

La pregunta es:
la cobertura de los medios obedece a un sentimiento de solidaridad o es una forma de llenar los espacios con contenidos que apela a los sentimientos y sube los niveles de audiencia y, por tanto,
¿las entradas por publicidad? ¿Nos hemos calzado los zapatos de nuestros hermanos haitianos?
El gobierno de los Estados Unidos desplegó
un nutrido contingente militar para organizar las operaciones de ayuda y evitar vandalismos, robos y violencias.

¿Es cierta esa razón? Se oyen voces disidentes por este despliegue. Para unos tiene un propósito
de ocupación militar. Para otros, crear una barrera para que los haitianos se queden en Haití y no provoquen un éxodo masivo hacia las costas de La Florida. Los hay que critican esa presencia porque eso va a significar que, a la hora de la construcción del país (hay que hacer uno nuevo) las compañías americanas van a ser las primeras favorecidas, con lo cual hay más mano de obra y los déficits comerciales disminuyen. A muchos les cuesta creer en la sinceridad del gobierno americano desplegando el ejército en Haití.

En catástrofes como esta una de las
primeras preguntas que nos hacemos es dónde está Dios. No hemos tenido reparo
en echar a Dios de las Escuelas, de los Hospitales, de las Cortes de Justicias, de los juegos escolares, incluso de nuestras fiestas- ya no se dice Feliz Navidad, sino Felices Fiestas-
y ahora tenemos la desfachatez de preguntar ¿donde está? Lo hemos dejado circunscrito su nombre a ciertas ceremonias de juramentación, a ciertos recuerdos de la firma de la Constitución. Pero eso
sí lo hemos colocado en el billete verde de dólar. Ese es ciertamente
el único Dios en que creen muchos.
En lecturas fundamentalistas y tergiversadas que hemos hecho
de la Biblia afirmamos que todas estas desgracias son hechos profetizados en la Escritura. Bastaría que
leyéramos sin fanatismos los primeros capítulos del primer libro con detalle y reflexionando lo que nos dicen. En un diálogo entre la mujer y la serpiente se indica que serán como dioses si comen lo prohibido. En otro se pregunta a Caín dónde está su hermano.
Hemos querido ser como dioses y nos hemos olvidado dónde vive y sufre nuestro hermano. No le pidamos cuentas a Dios.
Demos respuesta a estas preguntas. No pretendamos ser dioses. Respondamos donde y como está nuestro hermano haitiano.
Tertuliasiglo21@aol.com
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