Junio 23, 2013

Fueron a buscarlo al fin del mundo, según él mismo expresara, y encontraron a un hijo de emigrantes.
La renuncia de Benedicto XVI sorprendió a todos.
Pedro Miguel Lamet, un escritor jesuita, respondiendo a una pregunta sobre el posible sucesor, indicó que los cardenales deberían elegir “un hombre con sabor a evangelio, a desprendimiento, pobreza y apertura; que no conciba la Iglesia como castillo sino como plaza de pueblo. Que no se encierre en el Vaticano sino que baje a la calle para encontrar a Dios no como una póliza de seguridad, sino como una luz que da sentido y se reparte. Pero sobre todo que traiga optimismo, que no se sienta el dueño de una propiedad, sino el pastor amigo, el padre cercano, el hermano en cuyo hombro este mundo nuestro pueda descansar. En una palabra que pueda ser llamado ‘Papa de los pobres’
Cien días después algunos de estos deseos empiezan a verse hechos realidad.
Hay ciertos gestos que lo avalan. Desde el desprenderse de vestimentas, calzados y protocolos con olor a polilla, pasando por el abandono de los Palacios Apostólicos y seleccionando para vivir un simple apartamento-estudio en la Residencia Santa Marta, lugar de hospedaje de viejos cardenales que no tienen dónde vivir, nuncios jubilados, empleados curiales, huéspedes temporeros. En dicha residencia todo es sobrio y a media voz. Desde la frugal comida-igual para todos- a los silencios en los amplios pasillos fríos y amedrantadores.
A diferencia de muchos eclesiásticos que no saben hablar de otras cosas que no sean el aborto, las condenas a matrimonios de parejas del mismo sexo, la eutanasia, el negar los sacramentos a políticos;
que ignoran a los emigrantes, la crisis económica que afecta a miles de familias, Francisco parte de la autocrítica de la propia Iglesia: corrupción, ambición, carrerismo, despilfarro de dinero, clanes…. Nunca se hubiera pensado que Papa se dirigiera a la directiva de los religiosos de América Latina diciéndoles: “Es posible que reciban una carta de la Congregación de la Fe, pero no se preocupen y sigan adelante en denunciar los abusos. Abran puertas, hagan algo ahí donde la vida clama. Prefiero una Iglesia que se equivoca por hacer algo, que una que se enferma por quedarse encerrada” El mismo ha abierto las puertas del Vaticano a varios presidentes y jefes de gobierno cuestionados. Su casa está siempre abierta.
Con el Papa Francisco se ha iniciado sin lugar a dudas una nueva etapa en la sociedad moderna.
En cien días ha demostrado que puede ser el líder religioso capaz de entusiasmar a sus seguidores, pero también a los miembros de otras comunidades e incluso a los que no creen en nada.
El mundo actual está carente de líderes que sean capaces de ilusionar, de animar a construir un mundo mejor del recibido.
Tenemos demasiados profetas de calamidades. Francisco, en cien días se ha convertido en un nuevo Hamelin capaz de entusiasmar, de alucinar y arrastrar a todos aquellos que quieren seguirle.
Invita a ir a las periferias donde apesta a ovejas, a dolor, a sufrimiento, a muerte, para brindar esperanzas y sentir que la vida merece ser vivida.
Allí vivió y de allí salió y sabe que allí hay vida y esperanza.
Tertuliasiglo21@aol.com