Columna del Padre Tomás



En la antigüedad se solían marcar los caminos con postes o pequeñas columnas. Eran los puntos de referencia para ir haciendo camino. A veces también se usaban las columnas para recordar hechos, personas, acontecimientos a no olvidar.

Las columnas del Padre Tomás del Valle son un poco ambas cosas. Piedras que marcan el camino que se va haciendo cada día, sin rutas, sin marcas. Y también Columnas que recuerdan hechos, personas, acontecimientos. En ambos casos no es otra cosa que un intento de trazar caminos en la aldea global.

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viernes, 8 de junio de 2007

JERUSALEN, CUARENTA AÑOS DESPUES

Diez y siete veces ha sido destruida. Diez y ocho reconstruida. Aparece mencionada seiscientas cincuenta y seis veces en la Biblia. Es la capital indivisible y única del pueblo de Israel. Es el recuerdo obligado en toda fiesta judía. El musulmán ve en ella el lugar desde donde el Profeta subió a los cielos. El cristiano la recuerda como la última ciudad que vio Jesús antes de partir de este mundo.

En estos días se cumplen los cuarenta años de su reunificación después de que, en 1948, fuera dividida al concluir la guerra de independencia, la Nakba, el desastre, para los palestinos. Era la espina clavada en el corazón de todo israelita, su ciudad eterna, tan cerca pero tan dividida.
En junio de 1967 cambió radicalmente el panorama de la ciudad y las vidas de palestinos y judíos. Todos recuerdan ahora la guerra de los Seis Días. Los palestinos, con pesar y frustración. Los judíos, con una alegría matizada por la evidencia de que tan sonada victoria militar no hizo sino complicarlo todo.

Desde aquella guerra las relaciones entre ambos pueblos, cada vez más proclives al extremismo, se han envenenado Lejos quedan las palabras y deseos de Golda Meir abogando y vaticinando un entendimiento de ambos pueblos. El fracaso de los procesos de paz ha crecido desde entonces llevando al nacimiento de grupos radicales en ambos bandos. Y, desde 1967, el conflicto político y territorial se ha ido impregnando de aromas religiosos, los cuales son altamente peligrosos. La brecha entre ambas comunidades es cada vez más profunda.

Si hemos de hacer caso a la forma de contar el tiempo y los ciclos de la vida de los antiguos habitantes de la zona, cuarenta años significa el final de todo un proceso, toda una generación que ha concluido. Y son exactamente cuarenta los años que han trascurrido .Ya desaparecieron Yizath Rabin y Moshe Dayan, los militares que se cubrieron de gloria y dirigieron las fuerzas armadas en la rápida guerra. Ya son historia Gamal Abder Nasser, el gran líder egipcio, y Hafez al-Asad, Jefe de las Fuerzas Aéreas Sirias en la guerra y quien después ocuparía la presidencia del país. El monarca hachemita de Jordania, Hussein, también es historia. Ariel Sharon se va consumiendo en una cama. Ya esa generación pasó.

Cuarenta años después nos encontramos por un lado con una comunidad cansada de violencia y de fundamentalismos. De tener que vivir con el miedo en la espalda de un posible atentado. Muchos se cuestionan si valió la pena ocupar terrenos que se están llenando de fanáticos religiosos. Pero el alma judía lleva dentro de ella un espíritu de lucha y de paz
Los palestinos, que vieron su tierra ocupada. Que vieron sus vidas alteradas por unos vecinos que nunca quisieron y con los cuales han estado combatiendo por los últimos sesenta años, recuerdan estos cuarenta años como parte de una larga historia de frustraciones, traiciones mentiras y desencuentros. También ellos desean y llevan dentro de ellos un deseo de paz y de justicia. También ellos sienten esta tierra como suya. También ellos desean convivir en paz con sus vecinos. También ellos son víctimas de fanáticos religiosos.

Ambas comunidades buscan y necesitan líderes que les lleven a la paz y al entendimiento. Líderes audaces y capaces de ilusionar a sus pueblos. ¿Dónde están?

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