Ya llegó Francisco a Río de Janeiro, la mítica ciudad donde se conjuntan ritos y retos para la Iglesia y la sociedad brasileña.


Pero el Papa Francisco sano y salvo. Contento. Descansando todo el día de hoy para prepararse ante los grandes retos que tiene los próximos días.
En toda la ciudad se respira alegría, ilusión, vida. Se han dejado de lado un poco las preocupaciones que se retomarán el lunes, cuando pase la resaca de la visita. Y si Río siempre ha traído el recuerdo de carnavales, música, ruido, sudor, alegría y acogida, ahora no es menos.
Es difícil calcular cuánta gente ha llegado ya a Rio. Todos son acogidos por los cariocas. Dejan de lado las manifestaciones-se hacen al atardecer para no interrumpir- y sacan su mejor sonrisa. En uno de los parques centrales, donde se dan encuentro los visitantes y se muestran diversos kioscos con reclamos religiosos y vocacionales, me he encontrado con peregrinos jóvenes de diversas partes del mundo.

Desde Filipinas a Puerto. De España a Paraguay. De California a Argentina. De Polonia a Eslovenia. Los dos grupos que más me han llamado la atención son los provenientes de Iraq y Líbano. Conversé con uno de los iraquíes, quien me dijo que, a pesar del sufrimiento y el martirio, no podían menos de estar aquí, donde se está haciendo vida el evangelio. 17 horas de viaje para llegar desde Bagdad a Río, pasando por Turquía. Pero compartir con Francisco y con el futuro de la Iglesia merecía la pena. Algo parecido nos dijeron dos habitantes del Líbano, uno de Beirut y otro de Biblos. Ellos, a pesar de sus sufrimientos, no dejan de soñar con un mundo, con una Iglesia nueva, sencilla, pacífica y pacificadora. Una Iglesia que Francisco ha venido a animar y alentar. Es como un nuevo flautista de Hamelin, hace que todos los que lo oyen o ven, le sigan.
Mañana será otro día. Pero después de ver la cantidad de gente llegada de todos los rincones del mundo, después de escuchar rock y rosarios recitados desde el mismo lugar, la playa de los carnavales, dudo que sea igual. Nuevas ilusiones, nuevas esperanzas, nuevos retos. Así lo vi en el rostro y los ojos del amigo iraquí y del joven libanés, llegados desde la otra parte del mundo. Veremos y tomemos nota.
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