(Pictures: Rev. Fr. Tomas Del Valle-Reyes)
Ya se llevó a cabo el primer viaje internacional del Papa Francisco.

Los cariocas han demostrado que, dentro de su desorganización, pudieron manejar sin grandes problemas una masa de personas cercana a los tres millones y medio de personas llegadas de lugares tan insólitos como Irak, Líbano o Palestina, sin dejar de lado Australia, Japón, Taiwán o Corea.
El lugar elegido, Curitibia, recibió tal ración de agua y tormentas tres días antes que imposibilitaron su utilización.
Y ante la adversidad, los brasileiros se acordaron de Copacabana, la playa que define la alegría y el desenfreno de la vida carioca. Y durante 72 horas la playa se convirtió en un gran templo, un lugar de reflexión y de música. Fueron los Carnavales de la Fe, días de alegría y participación.

¿Y qué dijo o hizo Francisco? Nada nuevo que no supiéramos. Pero con distinto tono, con distinta cercanía.
Cuando escuchábamos a Benedicto XVI le teníamos el respeto al anciano que predicaba el mismo evangelio que no entendíamos, o no queríamos entender. Sus magníficas y profundas enseñanzas se han quedado para acumular polvo en los estantes de las bibliotecas. Cuando hemos escuchado a Francisco nos ha predicado el mismo mensaje, pero con distinto tono, distinto sabor.

Aprendió el lenguaje de la calle, mezclándose con la gente en el bus, en el “subte”, en hospitales y cárceles.
Si leemos sus discursos en todos está presente uno de los grandes documentos del Vaticano II: la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,

Él lo ha disfrazado, lo ha dicho con otras palabras, pero en el fondo no hay novedad. Así se lo dijo a los jóvenes argentinos con los que se reunió: “léanse las bienaventuranzas y el capítulo 25 de San Mateo y con eso tienen suficiente” O sea, sean constructores de paz y de justicia, estén con la lámpara encendida para ver el hermano cercano, el que tiene hambre, tiene sed, es emigrante, preso, enfermo y nadie se preocupa de él.
Y para llevar a cabo todo eso poner en funcionamiento los dones que se nos han dado, que son muchos “Y no tengan miedo a formar líos”.

El reto es grande, pero merece la pena. La próxima vez que se reúna con los jóvenes va a ser en Cracovia, en la vieja Europa. Allí lo va a tener más difícil. Europa es un continente de viejos que han dejado de creer.
Pero… caminante no hay camino, se hace camino al andar